Ojalá supieran

Por Carlos Bodanza - Mañanas de Campo

Ojalá lo supieran, ojalá lo entendieran, ojalá que por una sola vez, bajaran a tierra, comprendieran por un instante lo que ocurre debajo de sus altaneras miradas, de su ceguera ideológica, de su triste, pequeña, miserable y diría yo, despreciable manera de gobernar. Pero no son capaces ni por un mísero instante, bajar a ver que ocurre en lo más llano de los terrenales momentos que por estos pagos, vivimos en estos días.

 

Muchas veces hemos hablado de la pandemia, de la cuarentena, de lo alejados que estuvimos de muchas cosas pero tal vez, ni siquiera los que nunca hemos parado, los que jamás nos encerramos, los que estuvimos en la trinchera en el peor de los momentos, no terminamos de imaginarnos lo que no se vivió y hoy, se quiere recuperar. Primero, lo vivimos en Palermo, sin dudas allí de alguna manera, comenzamos a tomar dimensión de lo que significaba separar campo y ciudad, alejarnos de nosotros mismos, perder contacto con nuestros pares, creídos de que no había sido tanto el tiempo perdido.

 

Sin embargo, Bordeu nos vino a recordar eso: la enorme, la tremenda necesidad de volver a vernos. La previa algo nos dijo, inscripciones a más no poder –al punto de casi haber estirado la jura de Angus por ejemplo-, stands cubiertos de extremo a extremo y el viernes, algo palpamos, algo entendimos, cuando tal vez sin temor a equivocarnos, vimos una de las mayores afluencias de público para una primer jornada. Y allí estábamos, nosotros que siempre creímos habernos cruzado con todos, ver muchos que no habíamos visto, abrazos que no estaban, caras que casi no recordábamos, anécdotas que no escuchamos, novedades, más encuentros, más y más de muchas cosas que nos habían faltado.

 

Por eso este sábado, no será el mismo. Por eso tal vez, ver a una cabañera saltando como un chico, quedará para muchos en la retina, imaginando el esfuerzo, pensando en los muchos sacrificios, en lo resignado, en lo mucho soñado, en las frustraciones, en las penas, en los duelos, pero siempre siempre, en la revancha, esa que nos da la vida, esa que nos da la ganadería y esa que con muy poco –o tal vez no tan poco- nos regaló Bordeu y que sin darnos cuenta, fuimos todos a buscar. En pocas palabras, las ganas de volver a creer, de volver a entender que no hay pandemia, no hay virus, no hay gobierno, no hay política, que pueda parar a un interior que nada tiene que ver, con todo el odio que emanan y generan desde sus verdaderos tronos de poder, de sus alfombras de humo, de su contínuo bombardeo de pobreza, de miseria y sobre todo, de querer hacernos creer de que no podemos, de que el interior no puede, con ese gran monstruo que entre todos, han creado.

 

Por eso este domingo, Bordeu a pleno nos volverá a decir, “se puede, no los escuchen, no les den importancia, ellos no entienden de que se trata este país”, más allá de los discursos, la esperanza de volver a creer en otra Argentina, estará rondando en los miles y miles que visitarán un stand, que consultarán un presupuesto, que comprarán algo para sus hijos, que verán con asombro un Gran Campeón y que sobre todas las cosas, volverán a ver en las caras de muchos que hace rato no veían, esa luz de creer que aquí está la raíz de la raíz, que por mucho que nos digan, hay otra Argentina posible.

 

No importa que no les importe, porque saben que? Bordeu nos dejó un mensaje para que repiquemos en cada uno de nosotros: ellos tampoco nos importan, porque ellos no entienden nada y tarde o temprano, no estarán. Gracias Bordeu, gracias por mostrarnos que la solución, siempre estuvo al alcance de nuestras manos. Solo falta, que nos pongamos en marcha.

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