¿Decadencia o dignidad?

Por José Luis Ibaldi - Mañanas de Campo

En las últimas semanas hemos visto y oído muchas barrabasadas. Los muchachos del oficialismo gobernante se han transformado en verdaderos orcos, salidos de los libros de Tolkien, que arrasan con todo lo que significa el orden público, el respeto por la Constitución Nacional y, por ende, con la independencia de los tres poderes, una característica esencial de una República. Incluso van más allá. Juegan con fuego al lado de un tanque de combustible, como buscando que haya alguna víctima, y así desatar un infierno.

 

Estos muchachos grandecitos, muchos de ellos legisladores, un gobernador, e intendentes del conourbano, como así también la señora procesada, creen que cuando llegan al poder por medio de cierta cantidad de votos poseen impunidad y el derecho de avasallar la Ley de Leyes.

 

Ellos desean con sus desmanes, con sus formas de incomodar, ser notorios, porque a la sociedad de masas le interesa la notoriedad. Les falta mucha educación y deberían tener más respeto a la Constitución Nacional, para que el pueblo republicano los considere notables.  

 

Ya lo hemos dicho en otras oportunidades, tampoco quienes están en  la oposición son un dechado de pureza y juegan a las escondidas, se agreden entre ellos, se desmiembran queriendo ser algunos dirigentes dueños del cementerio. Tal cual lo señalé el domingo pasado, ya ni oficialistas ni opositores miran y se conmueven por el pueblo. Ellos ya llegaron, cobran sus suculentas dietas, se mueven en aviones o en autos con custodia. Lo demás es lo de menos.

 

Nosotros, el pueblo, los ciudadanos de a pie, estamos al horno y con papas. Estamos experimentando la decadencia de todo el sistema. Poco a poco, todo comienza a caerse, a no funcionar, a atarse con alambre o a emparcharse. Esto se ve diariamente cuando tenemos que hacer un trámite en las oficinas públicas, recurrir a alguna guardia sanitaria, transitar las rutas y caminos rurales, etcétera.

 

Una cosa es desear una República y otra cosa muy distinta es ser constructores de una República. Una sociedad republicana es aquella que se compone de instituciones vivas y movidas por la conciencia de hombres inteligentes y libres. Es cierto que, para ello, tendremos que convivir con personas despreciables que odian que se los descubra en su verdadera faceta de delincuentes. No lo podemos evitar, pero merece la pena vivir y trabajar por algo más: por la convivencia, la paz, la justicia, la comprensión, la delicadeza, la hermandad.

 

La República nos interpela si podemos vivir con dignidad, y vivir con dignidad es poder disponer de nosotros mismos. En este aspecto no nos puede satisfacer ningún paternalismo, como tampoco nos puede complacer, como seres libres, ningún paraíso cerrado.

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