Vocación suicida

Por José Luis Ibaldi - Mañanas de Campo

Colectivamente, hace mucho tiempo, los argentinos no pudimos o no quisimos advertir que la historia giraba en una esquina. Decidimos no hacerle caso y haciendo gala de una peligrosa vocación suicida seguimos derecho cuando todos doblaban. Lo pagamos con el porvenir.

 

Hoy estamos viviendo la pesadilla que alguna vez imaginamos. La pereza, el desapego de la dirigencia argentina con el pueblo, no es más que la punta del iceberg que terminará hundiendo el barco del porvenir que soñaron aquellos que pudieron desprenderse de las guerras intestinas y nos dieron una Constitución para respetar, y así ordenarnos, para evolucionar como país.

 

La mediocridad, la chapucería y la incompetencia de la dirigencia han hecho que la corrupción surja como única opción y, actualmente, cuando la Justicia actúa con la independencia que le otorga la Constitución Nacional y sin ideologismos, nos encontramos con el bochornoso espectáculo que brinda un grupo de dirigentes y profesionales de la claque, disfrazando a la vicepresidenta de la Nación, cuyas acciones corruptas han sido expuestas por los fiscales de la causa Vialidad, como perseguida política.

 

Tantos años de decadencia nos han hecho perder la autoestima, la confianza y la capacidad, llevándonos a la gran mayoría de los argentinos a ser un semillero de pereza física y mental, situación que no nos permite construir algo distinto, diferente a lo que somos.

 

Hemos destrozado a los capaces, hemos llevado los mediocres al poder, hemos acorralado la ética, hemos destruido la educación. No por nada tenemos a nuestro alrededor violencia, inseguridad, secuestros, descontento social, anomias, desempleo, y un presidente que, siendo docente de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires no tiene claro que la Constitución Nacional habla de tres poderes independientes: El Poder Ejecutivo el Poder Legislativo y el Poder Judicial, siendo autónomos y e independientes entre sí. Montesquieu señalaba que “todo hombre que tiene poder se inclina por abusar del mismo, hasta que encuentra sus límites. Para que no se pueda abusar de este hace falta que, por la disposición de las cosas, que el poder detenga al poder”.

 

Nuestro presidente es tan mediocre, posee tal pereza mental, que para defender lo indefendible de la vicepresidenta de la Nación, arremete contra el Poder Judicial, en algo que le tiene vedado la Constitución Nacional.

 

Parece que nuestra vocación suicida continúa tan firme como cuando el país, en 1930 y luego en 1945, siguió derecho al precipicio, cuando el mundo comenzó a doblar la esquina.

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