¿Quién lo hizo?

Por Carlos Bodanza - Mañanas de Campo

Cae la tarde y la puesta del sol en el campo siempre invita a volarse, mientras que los kilómetros de asfalto pasan debajo de la camioneta. “Me faltan 130”, me digo al pasar Irene, más o menos esa es la cuenta, mientras que un pensamiento se me cruza por la cabeza: quién hizo todo esto?

 

El primer tramo pavimentado de la Ruta 3 se hizo hace 76 años y en general, ya cumplió 60 años y ahí sigue, sin miras ni siquiera de ser autopista, salvo por algún tramo cercano a Bs As o la promesa de que próximamente se haría algo de Dorrego hasta Bahía. Me repito, “60” años, cuál sería el costo del kilómetro de asfalto por auto, comparado con el de hoy? Cómo es posible que ayer pudimos y hoy no podemos hacer ni medio kilómetro? Qué pasó? Cuál es el eslabón perdido entre un país progresista y entre esta total decadencia?

 

Los kilómetros pasan y las dudas comienzan a ganarme la cabeza. Y los caminos rurales? Claro, la mayoría nacieron al costado de la vía…la vía, los trenes, las estaciones? Cómo fuimos capaces todos nosotros de permitir semejante barbarie? Que uno de los sistemas más intrincado de rieles del planeta, extenso, conectivo, eficaz, económico, cómo pudimos permitir que se destruyera? Que se abandonara? Que un montón de energúmenos llamados políticos se llevaran todo puesto en beneficio de unos pocos?

 

Pienso en las estaciones de tren, hoy gran parte abandonadas, verdaderos castillos de lujo construidos en el medio de la nada, muchos de ellos testigos de un país dedicado a producir, total y completamente obsecuente con el sector agropecuario, un país creciente y floreciente, la cara exactamente inversa a este país oscuro, retrógrado y triste, de espaldas al campo. A lo lejos veo unos galpones pegados al ferrocarril, grandes silos, corrales y hasta mangas, que servían para la carga de haciendas, cuando hasta para llevar a pastoreo, se cargaban vacas en un tren.

 

Estaciones dije? Escuelas, grandes edificios, bancos como el Nación, verdaderos monumentos históricos, con costosas columnas, techos, escaleras, bronces, vitrós, mármoles y maderas costosísimas, cuando apenas hoy en día, podemos levantar una escuela con durlock, mientras no hace tanto alguna escuela rural, peleaba un presupuesto para que cambien las letrinas por hinodoro. Por Dios, que carajo nos pasó, en que momento pasamos de ser patricios a poco menos que crotos mendigantes por el mundo?

 

Vuelvo a perder la vista y el arrumbado alambre me trae una y otra vez a la misma ida. Miles y miles de kilómetros cuyos alambres tal vez, no baje ninguno de los 50 años. Veo las arboledas, entrando por huellas interminables hacia algún casco gigante y también muchas veces abandonado. Entrando un tendido eléctrico, cuyos postes de cemento siguen firmes sobre el bajo inundado, y otro tendido – telégrafo?- bordea las vías, con cables arrastrándose en un costado de la vía, testigo de cómo alguna vez, no nos importó nada, absolutamente nada de lo que teníamos y no supimos custodiar.

 

Otro campo y a lo lejos se divisa una capilla, una de las tantas que se construyeron junto a escuelas y jardines dentro de grandes estancias, cuya peonada constituía un pueblo en sí mismo.

 

Cómo podemos querer el futuro si no somos dignos de nuestro pasado? Cómo podemos mirar a los ojos al presente, cuando tanto hemos deshonrado lo que hicimos? Fuimos y somos responsables de lo que nos sigue pasando. Nuestra mansedumbre, nuestra apatía y sobre todo, nuestra falta de compromiso, nos trajeron hasta acá.

 

La pregunta es? Hasta cuánto más seremos capaces de seguir siendo humillados? Hasta cuando seguiremos mirando que las cosas pasen? Hasta cuando?

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