Bochorno

Los argentinos hemos pasado una semana bochornosa. ¿Cómo no nos vamos a sonrojar si a menos de un mes de haber asumido una ministra de Economía, en el viaje de regreso después de haber hablado con el FMI y con empresarios americanos, se entera que la renunciaron o al presidente del Banco de la Nación Argentina, por teléfono y en medio de un acto, sorpresivamente le avisan que ya no es tal?

 

¿Cómo no sonrojarnos si el que va a asumir como un super ministro es alguien que se cansó de traicionar su palabra con hechos concretos, y que ha pasado por casi todos los rejuntes políticos? ¿Cómo no sonrojarnos de alguien que seguro nos va a traicionar?

 

Lo advertí el domingo pasado: Los argentinos estamos en medio del reality “Supervivencia al desnudo, versión Argentina”, pero sin producciones que nos salven y nos lleven a la civilización, cuando no aguantamos y nos supera el juego. Acá, hay que seguir remándola, tomando agua contaminada, comiendo salteado, rodeados y acechados por opulentos políticos, sindicalistas y líderes de organizaciones sociales que se muestran como los reyes de esta imaginaria selva, acordonados por un ejército de hienas que le hacen la claque.

 

Nada me extraña. Hemos hecho crecer a estos animales dándole de comer en la boca. Me recuerdo y les recuerdo que la política es la punta del iceberg, es lo que sobresale. Debajo, está la montaña de hielo, y debajo de la punta de la política está la totalidad de la sociedad. No podemos hacernos los distraídos. Nuestra anomia, nuestra displicencia, nuestra aversión al diálogo, nuestra característica de pusilánimes, nuestro oscuro síndrome de Estocolmo, nos ha traído hasta acá: Degradados, mancillados, marchando por un choripán o por un magro subsidio, con instituciones de la República que dan vergüenza, con una educación cada vez más disminuida en contenidos pero aumentada en ideología, con una pobreza que humilla. En fin, nada podemos esperar en el presente y en el futuro con una foto y una película del país en este estado.

 

A casi 50 años de la muerte de Juan Domingo Perón el peronismo no es la solución sino el problema. Este es uno de los problemas. El otro, es la oposición superadora que aún continúa vacante. Nos recuerda el doctor René Balestra que “si los que vinieron después de Mussolini, de Oliveira Salazar y de Franco no hubieran sido capaces de imaginar y plasmar una nueva realidad superadora, Italia, Portugal y España seguirían -estando el pozo del porvenir vacío- dando inútilmente vueltas a la noria. Exactamente cómo hacemos nosotros”.

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