Un padre para nuestros suelos

Por Carlos Bodanza -  Mañanas de Campo

No tuve la suerte de conocerlo, pero conocí a muchos de sus hijos, hijos que hoy siguen por la zona, por el país, replicando su mensaje, haciendo verdadero honor a un padre, fieles a su legado, soldados de su causa, todos respetuosamente siempre recordando alguna de sus frases, algunas de sus anécdotas, ocurridas aquí mismo, en nuestra región, hace ya varios años. Por eso, en el día del padre, que mejor que homenajear a uno, porque para muchos si existió un padre de la siembra directa en Argentina, ese fue un tal Carlos Crovetto.

 

“Pare de evaporar, pare de evaporar” cuenta la anécdota, de un loco pidiendo que paren en la banquina de la ruta 33, corriendo saltó el alambre y como en un grito de guerra repitiendo la frase, frenó un tractor que venía mansamente arando el campo y para el hiriéndolo poco menos que de muerte.

 

Así lo recuerdan muchos de los que tuvieron la suerte de conocerlo, aquí y allá, desde Chile su mensaje fue llegando, fue sumando gente, fue calando muy hondo en los primeros productores que casi poseídos por sus charlas, explicaciones y conocimientos, tomaban lo mejor para sus campos y allí iban y replicaban su mensaje.

 

“Lo conocí en 1990 en el primer congreso de siembra directa antes de que naciera Aapresid, había más de mil personas, yo vine enloquecido. Le conté que tenía una alfalfa muy pisoteada y me respondió, “ese cuadro es el ideal”. El cincel biológico, me dijo y te vas a acordar de mí”, cuenta todavía Esteban Curras, uno de los precursores en nuestra zona.

 

“Quién lleva una pala en la chata”? Preguntaba. “Miren el suelo, metansé adentro de el, siéntanlo, tiene vida, vean las lombrices”, relataba contagiando a todos.

 

Es cierto que hoy muchos han tomado la siembra directa como una de las tantas grietas de la Argentina, en un momento donde la guerra por los insumos, los precios, las malezas resistentes y otras yerbas, terminan cuestionando situaciones que la siembra directa, no tiene porque pagar. Dicho hasta el cansancio, para muchos todo termina en un simple sistema de siembra, si clavo, si doy vuelta, o si siembro arriba, olvidando quizás que de lo que verdaderamente se habla, es de un ser vivo, de ese mismo que nos viene acompañando hace miles de años y que el agricultor termina utilizando por cuestiones económicas, bajo un régimen u otro, porque en definitiva si “doy vuelta el suelo porque mi manejo contra malezas resistentes no resiste otra alternativa”, estamos hablando de economía, no de agricultura, cuando existen muchas alternativas de manejo agronómico –no siempre rentable- pero estamos hablando de plata, no de suelo y muchísimo menos de futuro. Claro, estamos en la Argentina y somos los primeros en culpar al Estado, quien solo se interesa por recaudar y en ningún momento piensa en el futuro. Nosotros hacemos lo mismo, pero claro, somos el eslabón débil al que muchas veces no resiste la ecuación de descansar un potrero o gastar los dólares en la tierra que se queda el estado en pos del futuro del suelo.

 

Hablamos muchas veces de copiar el ambiente, de cultivos que requieren cierto grado de humedad, de temperatura, o en ganadería hoy cada día más se habla de pastoreos regenerativos, método Voisin, todo copiado de los propios pastoreos naturales, entonces….en que momento el suelo se da vuelta y se resiembra? En qué momento las malezas se eliminan y no se controlan o se manejan? Todo se resiembra, año tras año, con viento, con lluvia, con la caída de los granos en el suelo. Por eso, si entendemos que los propios Egipcios hacían siembra directa, la discusión podrá ser muy argumentada, pero todo terminará en un número y pocas veces en lo racional agronómico.

 

“El se tiraba de cabeza al suelo, me pegó mucho su forma de contar las cosas. Para muchos, era el Doctor del suelo”, lo describe uno de los grandes precursores en nuestra zona, el Ing Cristian Kleine administrador de Hogar Funke donde está sembrado el monumento histórico de aapresid.

 

Por eso muchos de sus hijos van a extrañarlo. Carlos Crovetto falleció en el este último viernes a los 89 años. Su legado está seguro en estas tierras. “Paren de evaporar” será la frase en el viento para homenajear en el día del padre a quien más que nadie, pensó en el futuro de sus hijos.

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