Ojalá que sea domingo

Por Carlos Bodanza - Mañanas de Campo

“Ojalá que sea domingo” fue la frase que alguien dejó al pasar, sin ser consciente aun de lo vivido en Palermo, sin tener todavía la dimensión de que tal vez, haya sido un evento que al menos quienes estemos en este fragmento de vida, difícilmente vivamos para poder contarlo, si es que la idea sería ser una suerte de inmortal y llegar al bicentenario.

 

Ojalá que sea domingo, para que el momento final de una jura diferente, distinta, disfrutada, hasta ahora por primera vez aquí en la Argentina, enfrentaba a finalistas de la raza Angus, por colores, unos negros, otros colorados, pero con una particularidad que al menos hasta ahora yo no he vivido en mi ya, buenos años acumulados de finales de exposición: todos, sin saber el resultado, disfrutaban.

 

Ojalá que sea domingo, para repasar en la cabeza las imágenes de cabañeros entrando a una pista soñada, cerrada, con luces, con un piso cómodo, colmada de ganaderos, todos disfrutando hasta el hartazgo, ver filas y filas de la mejor ganadería del mundo. Y allí estaban, riéndose entre ellos, cómplices en la pista, con más espíritu participativo que competitivo, sin esa locura de ganar por ganar, sino más bien, todos sintiéndose parte de algo nunca vivido y como tal, sabedores de ser integrantes de una historia que se contará por años.

 

Ojalá que sea domingo para volver a entender, que Palermo nunca volverá a ser igual. No vivir dentro de una marea humana, que te traslada, que te acosa, que viene aquí como queriendo recorrer un zoológico, donde poco les importa el sacrificio, donde nada saben de lo que allí se vive, donde es imposible charlar quietos sin que te lleven puesto. Nada será igual en Palermo, porque todos extrañaremos que este Palermo que pudimos vivir, sabía realmente a campo, a vacas, a muchos conocidos, a amigos, a colegas, a gente que tira todos para el mismo lado del carro, sin tener que soportar protestas, políticos, discursos y otros que en definitiva, poco construyen y en eventos como el vivido, nos damos cuenta que lo único y lo mejor que sabemos hacer, es la mejor vaca del mundo.

 

Ojalá que sea domingo, así sabré que los animales que llegaron un día antes de la jura, se fueron un día después de la jura, como corresponde, como debería ser, como jamás deberíamos permitir que fuera de otra manera. Esto no es un circo, esto no es un zoológico, si la ciudad quiere ver animales, que vaya cuando corresponda, no podemos tener 10 días animales que producen, que tuvieron cientos de días de esfuerzo de sus cabañeros, que valen fortunas, simplemente para el capricho de quienes quieren una selfie, porque jamás salieron de la urbe, porque tampoco les importa demasiado.

 

Ojalá que sea domingo porque esta vez no habrá ni frío, ni lluvia, ni viento, porque el esfuerzo de peluquear un toro que viene a mostrar su pelaje, no se trunque por los caprichos del clima, porque si la jura se atrasa y oscurece la tarde, da igual, porque en la radiante pista cubierta, todos disfrutan, no hay sufrimientos.

 

Ojalá que sea domingo, para volver a ver como uno de los emblemas de la ganadería Argentina, con cientos de banderas y títulos, disfrutaba y lloraba emocionado por un nuevo Gran Campeón, porque en esa pista pasaron hijos, nietos y es tan lindo verlos con un ternero en la mano, que no hay Palermo que pague ese regalo.

 

Ojalá que sea domingo, aunque hoy lo sea, porque hoy justamente volveremos a repasar lo vivido, entenderemos que más allá de Palermo, la ganadería va mucho más allá del show, de la ciudad, de los galardones, de la gente y de lo que alguien esté dispuesto a convencernos que esto no puede repetirse.

 

Ojalá que sea domingo para que a partir de hoy, un nuevo Palermo comience a renacer para una ganadería y su gente, que son tan o más históricas que el mismo Palermo y con ello, se gane el respeto que se merece.

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