Estar en cada grito

Por Carlos Bodanza - Mañanas de Campo

El camino recorrido siempre invita a mirar atrás. Nos habla de recuerdos, de momentos, de lugares, pero sobre todo de la gente, esa que en todo el trayecto, nos ha ido acompañando de una forma u otra.

 

Podría caer en el simple relato del nacimiento, de lo realizado, de los buenos y malos tiempos, de épocas de bronca, de cambios, de no siempre encontrar el rumbo, más allá de jamás movernos un solo centímetro, de la huella imaginada, esa que habla de una forma, de un trato, de un respeto hacia la forma de hacer las cosas, tanto con entrevistados, oyentes, clientes, colegas y sobre todo, de nuestro equipo.

 

Pasaron muchos amaneceres, tantos de ellos “soñados”, en lagunas, en las montañas, en el mar, en la ruta, en algún galpón, en una carpa, en hoteles, en la matera, en cocinas, en fogones, en salones, quinchos, en algún paraje perdido, en la estación de servicio, en un bar, en el auto. Siempre hubo radio, siempre hubo un lugar para poder saludar a nuestros oyentes y entablar ese vínculo, un contrato semanal que debe renovarse cada 7 días, donde no siempre nadie te asegura que allí estarán y ahí es donde nacen las convicciones de lo que uno hace y sobre todo, la pasión por lo que se vive.

 

Hubo de todo, grandes mañanas, esos que las miradas permitían entender que allí se vivía un momento único, en fríos amaneceres junto al fuego, compartiendo un mate, un café, un desayuno. Hubo de los otros, frustraciones, nervios de punta, siempre todos dando lo mejor, en situaciones inéditas, sin teléfonos, a veces sin internet, alguna vez sin una sola tanda, cortina o nota y solo a micrófono abierto, improvisando minutos y minutos hasta que la magia de la radio apareciera.

 

Hubo grandes esfuerzos, claro que sí: desde un operador dormido sostenido a sobre dosis de café. Como no recordar a Pablo nuestro productor enfermo grabando tandas y pidiendo teléfonos, o al Pepe arriba del molino haciendo de hombre antena, Eduardo en algún lugar del planeta atendiendo una costosa llamada, a Gustavo arriba de la chata para no despertar a nadie o Balta entrando con un jarro en la mano, tratando de sacarse la noche de encima. Siempre hubo “aire”, ha como de lugar. Con las calles vacías de coronavirus y apenas dos locos mirándose a la cara, o con el apagón más grande en la historia del país, siempre hubo algo por decir, algo por contar.

 

La radio une, la radio acerca, la radio es una compañía que no solo nos permite compartir en soledad sino que nos regala la posibilidad de intercambiar ideas, opiniones, alegrías, enojos, sentimientos en una cortina musical o una columna, muchas veces siendo la voz ajena de lo que los sin micrófono, no pueden decir.

 

Nada es más grato que seguir soñando, imaginando los próximos lugares, la nota que viene, reescribir este editorial, o poder sentarse en lugares como los que hoy estamos, para poder decir bien fuerte, “nos gusta el campo, amamos esto, respiramos esto”.

 

Habrá más Mañanas de Campo? Mientras haya un remate, mientras exista un sembrado, cuando haya un político hablando de campo, en el momento que diserte un Agrónomo, cada vez que se haga una exposición y por cada productor que grite de bronca por la injusticia de no ser escuchado, ahí siempre estaremos vivos para poder encontrar en un micrófono, las palabras que muchos querrán decir. Y así y todo, tal vez alguna vez no gusten, porque aquí también se critica el campo, pero diremos una y otra vez una frase que nunca fue mejor escrita: “que la pise el que le toca”. Gracias por tanto!

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