La maceta de mis sueños

 

Por José Luis Ibaldi - Mañanas de Campo

Las tardecitas de primavera y verano, no importa dónde esté, en lo personal se transforman en algo mágico, sobre todo cuando dejo que los sueños vuelen, se liberen, con sólo fijar mi vista en un punto infinito.

 

Un coach que conocí en uno de los congresos a los que me toca asistir, me dijo que “los sueños son como semillas que, al desarrollarse, pueden llevarnos a cambiar nuestra realidad haciendo que las cosas pasen”.

 

Seguramente, por más que esfuerce, cambiar la realidad de Argentina es una utopía, porque como dice el dicho: “Al que nace barrigón es al ñudo que lo fajen”.

 

Me acordé de algunos apuntes que había tomado en aquel congreso y, al revisarlos, pude leer párrafos tomados apurados sobre lo que señaló ese coach en aquella oportunidad. Al traducir mis garabatos, me encontré con algo que dice: “El tamaño que alcance tu árbol y los frutos que sea capaz de dar van a depender del tamaño de la maceta que le construyas”. Y renglón aparte leo otro párrafo: “La relación que tenemos con las personas y las cosas que nos rodean es la maceta en la que sembramos nuestros sueños”.

 

Estas reflexiones me trasladan a mis sueños de escribir, que se remontan a mi niñez y juventud. Leía mucho. La Biblioteca Popular del pueblo era un hermoso refugio, como también los libros que, habitualmente, mi padre nos traía de sus constantes viajes de trabajo a Olavarría, donde siempre había alguna librería dónde conseguir algún ejemplar al alcance del bolsillo de un trabajador ferroviario. Y, en el pueblo, en la librería de Simone, los fascículos del Lo Sé Todo.

 

Más acá en el tiempo, la llegada a la oficina de Prensa de la Sucursal Bahía Blanca de la Asociación de Cooperativas Argentinas, y haber tenido un maestro de periodismo como Néstor Ángel Barbieri, en mi formación. Todo un Manual de Estilo periodístico a disposición. Allí, tanto Barbieri, como el gerente de entonces, el siempre recordado Aníbal Aliatta, me enseñaron cómo “agrandar la maceta”, al permitirme desarrollarme en un espacio donde el servicio, el diálogo permanente, el contacto con personas reconocidas por su trayectoria, el escuchar atento las historias y relatos las esforzadas familias rurales nucleadas en las Cooperativas y en otras organizaciones que fui conociendo e interactuando, eran y siguen siendo cosa corriente.

 

En la primavera-otoño de mi vida, me encuentro con que aquel sueño de niño y de adolescente se fue cumpliendo -no sin esfuerzo-, gracias a la ayuda de muchas otras personas, y que hoy resumo en vos, Carlos, Pablo, Gustavo, Baltazar, y tantos otros que comparten estas “Mañanas de Campo”, que me han dado una mano para seguir agrandando la maceta que alberga el árbol y los frutos que no son para mí, sino para quien se quiera arrimar a degustarlos. Porque si algo me enseñó la vida, fue a tener gratitud y generosidad, para dar más de lo que he recibido.

 

En fin, esta tarde, como todas las tardes, seguiré fijando mi vista en un punto infinito y dejaré que mis sueños sigan volando. Será una manera de continuar teniendo proyectos y, por ende, vida.

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