¿Leemos la realidad?

Por José Luis Ibaldi - Mañanas de Campo

Lo esencial nunca está a la vista de todos. Ya lo señaló Antoine de Saint-Exupéry en su famoso libro “El Principito”, que “lo esencial es invisible a los ojos”. ¿Por qué señalo esto? Porque a veces no nos damos cuenta de los acontecimientos que suceden. No los leemos adecuadamente. Por eso, hay que aprender a leer la realidad. La realidad de la empresa que manejamos. La realidad de la organización que integramos. La realidad del pueblo o ciudad donde vivimos. La realidad de nuestro país y del mundo dentro del cual estamos.

 

En las universidades, una de las materias que se dictan en los cursos de nivelación, es el de interpretación de textos. El ser humano primitivo aprendió a leer antes que a escribir. Leía la marca a la orilla del río, en el barro, del animal salvaje que podía matarlo. Leía el peligro en la marca dejada por el león y sabía que la muerte estaba cerca y que la muerte tenía que ver con él.

 

¿Qué significa leer? Individualizar los signos. Las letras son signos y están unidas de una manera determinada que le dan un sentido. El primero que enseñó a leer no fue un gran pedagogo ni un maestro. Fue Hipócrates, el fundador de la medicina. ¿Y qué enseñó? Enseñó a leer los síntomas irregulares de un cuerpo humano con manifestaciones exteriores que señalaban el dolor. Esa lectura tuvo una denominación: Diagnóstico. Y éste es tan importante que si no se tiene un diagnóstico acertado no se podrá encontrar nunca una terapia adecuada.

 

O sea que ustedes o yo, sino aprendemos a leer adecuadamente no vamos a entender, ni vamos a saber lo que significan nuestras vidas, ni qué vamos a hacer con ellas. Todo lo que nos rodea es una lectura que tenemos que entender.

 

Cuando tenemos una sociedad indiferente a todo, nos encontramos con un grave problema porque no desea leer la realidad y nunca podrá curar sus problemas si el juicio sobre ella es equivocado. Mucho menos sus representantes en los tres poderes de la República.

 

No es necesario revolver en demasía para darnos cuenta, que seguimos como aquellos perros que giran y giran tratando de atrapar su propia cola. No evolucionamos como sociedad, al contrario, involucionamos todos los días un poquito más. ¿Cuánto falta para que toquemos fondo? ¿Qué lectura de la realidad están haciendo los políticos? ¿Cuál es la lectura de nosotros, los ciudadanos de a pie? ¿Hará falta que nos preguntemos -como hizo Sarmiento- si somos una Nación sin amalgama de materiales acumulados, sin ajuste ni cimiento?

 

No dejemos que lo esencial sea invisible a los ojos. Empecemos a ejercitar la mirada que mira, no el ojo que ve. El ojo que ve es fisiológico. Mirar es ver en el otro, en la realidad, algo esencial y especial, encontrar las diferencias y reconocerlas. Si lo hacemos, posiblemente demos vuelta esa vocación suicida de seguir derecho cuando el mundo dobla la esquina y así dejar de ser un punto de emigración y fuga, para transformarnos en playa de arribo y de salvación.

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