Una ilusión inviolable

Por Carlos Bodanza - Mañanas de Campo

Llovió y es imposible no querer hablar de eso. Llovió aunque no llueve en todos lados, pienso en lo bien que hubiera venido esta lluvia 20 días antes, aunque más no sea, para salvar la ropa de gran parte de una campaña que será exitosa en muchos lugares, pero por aquí, habrá mucha variabilidad, rindes desparejos y calidad dudosa. Pero al menos, llovió.

 

“Otra vez no estaba pronosticado” decimos con Mariano, y son los errores de pronósticos más festejados, esos que también nos dejan soñar de que no todo es tan predecible, que aún por mucho que estudie, por más satélite rondando que haya, la naturaleza hace su camino, con el hombre y sin él, dichoso el momento en que la tecnología falla y demuestra que siempre, la naturaleza compensa. Llovió y la Niña llora, porque su sequía no será tan drástica, al menos para unos cuantos.

 

“Escondí los tótems” me dice Ariel, esos monolitos traídos del centro del caribe, “no fallan nunca” me dice ya preocupado porque allí en Faro más de un potrero aunque parezca mentira, viene medio pasado de agua.

 

Ojalá algún trigo todavía meta una ficha más, aunque tal vez sea anecdótico, porque el resto de las regiones viene pintando para gran cosecha y pocos les interesará que aquí vaya bien o mal, total siempre fuimos más calidad que rinde y como en el fútbol, el resultado es lo que vale, la calidad con estos precios es como jugar bien, a pocos les interesa, cuando el mercado paga, lo que vale son los goles.

 

Pienso en los sorgos, los maíces, girasoles y sojas ya sembrados y ni que hablar los que todavía estaban en la gatera, con algunos registros de la zona, hay una ficha en el aire, esa que más allá de que Enero por estos barrios aprieta fuerte, es imposible no jugársela, porque de esta ficha, se depende en muchos casos –sorgos diferidos por ejemplo- de la sobrevida del próximo invierno y ni que hablar de los que maíz mediante, vienen empujando cada día más fuerte para una zona que le pelea con la baja densidad hasta el cultivo más guapo.

 

Llovió y todo se lava, hasta la bronca de ver cómo los que deberían pagar en la justicia, son absueltos de culpa y cargo, mientras que una vez más, nadie, absolutamente nadie se enoja. Total, nada cambia, seguimos poniendo y ni siquiera en plena cosecha, existe el derecho de tener exportaciones abiertas. Si no recuerdan, al día de hoy, vender trigo en Argentina no se puede, o al menos anotar exportaciones.

 

Llovió y con suerte, no habrá cola en el remate, alguno tal vez decida echarse para atrás y no largar los terneros, esos que hoy gracias a Dios y al desconcierto de Alberto, valen. Ni que hablar si se pueden aguantar los vientres, con muchos productores preocupados por un verano largo y que pinta en los papeles más “Niña” que nunca. Sin embargo, pruebas a la vista, cuando supuestamente no habrá lluvias, siempre algo llega y vamos.

 

Llovió y la zona de angustia se achica y con ello, muchos regantes de la zona sur, al menos verán menos desesperados una campaña que no tuvo nieve, que no tiene agua y que siempre cuando ella falta, recuerdan que Villarino y Patagones son primos hermanos, solo separados por canales que hacen a la gran diferencia, pero que en suelo y en clima, no tienen nada para envidiarse.

 

Llovió y siempre recordamos que en el campo, en la producción y en una Argentina agropecuaria, la lluvia es la única ilusión que nadie puede quitarnos, ni siquiera ellos, si, ni siquiera ellos.

 

Y en Saldungaray como en Montana, algún chacarero volverá a decir: “Señor, danos lluvias, que nosotros haremos el resto”.

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