Pueblos, con el gen intacto de la resistencia

Por Carlos Bodanza - Mañanas de Campo

La mañana en el pueblo es una más. Las pocas cuadras del centro, muestran el mayor movimiento en el Banco Provincia, el supermercado es parte del lugar elegido para muchos y la plaza –como buena plaza de pueblo con dos grandes manzanas prolijas y bien forestadas- no muestra casi gente. La Iglesia como corresponde, tiene sus dos portones abiertos y como es costumbre para mí, muchos pueblos se conocen por su Iglesia, allí nos habla de qué importante fue el mismo, con sus decorados, sus vitrós, sus bancos, su luminosidad. Tal vez es una tara propia, pero ir a un pueblo para mi, es ir a conocer su Templo.

 

Manejo paseando, con el vidrio abierto y los tres cuatro vehículos que cruzo, enseguida notan al forastero, hay miradas, un saludo serio y la curiosidad, algo que parece increíble en estos tiempos donde pueblos grandes como varios de la zona, tienen foráneos a diario, pero la curiosidad jamás se termina.

 

La escuela representa el lugar que más envidia podría tener cualquier padre: las bicicletas “tiradas” en la vereda, sí arrojadas como llegaron, sin candados, en el piso, hasta se ve claramente que algunos docentes tienen las suyas, son las pocas que se ven prolijamente apoyadas sobre la pared.

 

“Tan cerca pero tan lejos”, es la primera frase que se me viene a la cabeza. Porque en definitiva, Bahía Blanca no queda tan lejos, sin embargo, pensar en esa imagen, es imposible. Qué nos pasa? Me pregunto, porque mirar para atrás, sería llenarse de excusas, sería buscar los motivos por los cuales, no hacemos lo que tenemos que hacer. Tan difícil sería? Y, hoy como están las cosas, imposible.

 

Por un instante pienso en mi barrio, hoy con alarmas vecinales, con vecinos haciendo rondas, con productores por ejemplo en Río Negro saliendo armados a vigilar sus chacras, o hasta pienso un segundo en José López, el delincuente más evidente de los últimos tiempos, que fue noticia en el mundo, que arrojó bolsos del estado público a un convento, que llevaba ametralladoras y que ahora la justicia, ordena liberarlo de inmediato. Y qué hacemos? Nada, lo de siempre, ni prendemos fuego los tribunales, ni salimos a escracharlo, y ni siquiera sabemos a ciencia cierta, de dónde salió ese dinero que fue mal habido, que fue la imagen más grosera de cualquiera que haya participado como funcionario público y sin embargo ahí esta, libre, suelto y con los mismos derechos que estos chicos, que dejan sus bicicletas en la vereda.

 

Doy la vuelta a la plaza y pienso en los cientos de pueblos parecidos, esos que solo reciben contaminación ajena, porque nadie de por ahí, se atreve a robar lo que no es de el, porque lo conocen, porque quizás sus hijos juegan con los propios, porque la bicicleta de la maestra, probablemente sea la maestra de tus hijos. Y acaso en una ciudad grande, la maestra no es la maestra de algunos de los hijos? Sin dudas, por mucho que quieran vestirlo como quieran disfrazarlo, han destrozado al país, un país federal, grande, con potenciales riquezas, con tierras para que nadie tenga que andar usurpando, para que laburo sobre, para que los políticos, no sigan mintiendo en todo y que nunca cambien lo que deberían cambiar.

 

La llegada a las vías se parece a la de cualquier otro pueblo, “del otro lado de la vía” como dice la milonga se termina todo, por eso después de la curva llegará la ruta de ingreso y el cartel de “bienvenidos” ese que por repudio, habría que sacar de todas las grandes ciudades, donde nadie puede ser bienvenido, si va a ser asaltado, si su vida corre riesgo y si la justicia, se va a seguir burlando de todos nosotros.

 

Cerré el vidrio y volví a conectarme a la radio y al sistema, porque atrás quedaba un pasado del cual todos somos responsables de no poder recuperar. Reflexiones de una mañana de pueblo, sueños de un país que aún existe esperando que todos, aprendamos a defenderlo.

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