Extranjero en su lugar

Por Carlos Bodanza - Mañanas de Campo

Por estos días mucho se discute y se debate sobre  los derechos de la tierra y aunque la diversidad del concepto de propiedad, bienes y sus frutos parecen asemejarse, son tan parecidos como diferentes, según sea el lugar donde se los mire.

 

Hace pocos días, una peligrosa corriente que suele repetirse en la “idea” de algunos gobernantes al referirse a “bienes culturales” no se diferencian demasiado a las cuestiones de ocupación, tanto de tierras ociosas como la creciente escalada de supuestos “originarios” que se reclaman derechos sobre un determinado territorio, que se mire por donde se lo mire, son privados, eso es lo que por lo menos la historia ha determinado. Sin embargo, todo parece ponerse en duda, solo por ideología.

 

Los bienes culturales, no existen si no hay alguien que previamente no invierte, no lo trabaja, no lo “cultiva” –justamente cultivar no es solo sembrar, es nutrir, es monitorear, es cosechar- y sin ese sujeto que realice la acción, no hay bien posible. Ni mencionar la carne, la leche y lo que se guste mencionar, la vaca no da carne, como tampoco da leche, alguien produce pasto para que la vaca se reproduzca, crie un ternero, este se transforme en novillo, el mismo engorde y llegue a faena, alguien se haga cargo de dicha elaboración, para que luego se transforme en carne. Nada tiene de cultural, o sí, la cultura es el trabajo de haber logrado que desde el suelo, un cultivo pueda ser comido, producir kilos de proteína sobre un animal y durante todo un proceso eso llegue a un plato, la única cultura posible, es el trabajo de realizarlo, cualquier otra definición, es una estafa.

 

Este ejemplo puede extenderse a la producción de un grano de trigo, que no se convierte solo en harina, y muchísimo menos en pan, hay cultura del trabajo para que el grano sirva como futuro pan, un trigo guacho que nadie sembró, difícilmente llegue a algún destino.

 

Qué tendrá que ver todo esto con los derechos de la tierra? Claramente, todo tiene que ver con todo. El reclamo de la propiedad existe desde que el mundo es mundo, desde el pueblo Judío que aún reclama sus tierras, pasando con los Chilenos que mediación mediante-valga la redundancia- aún pretende tierras que son Argentinas y los mismos Mapuches, Tehuelches o quienes ahora parecen brotar de la nada reclaman tierras como propias, amparados por la insensatez de quienes pretenden mirar la historia 200 años después, y en base a eso, impartir justicia y propiedades. Aberrante por donde se lo mire.

 

Con ese criterio: no deberíamos directamente dejar todo el territorio, buscar descendientes indios Mapuches, Tehuelches, Chihitas, Comechingones y quienes se les ocurran y devolver todo, subiendo al barco que nos trajo según Don Alberto y regresar a nuestras tierras? Porque un “supuesto nativo” tiene derechos que el resto no tenemos? Pagan impuestos sobre las reservas? Trabajan? Son condenados por atentados, por toma de propiedades, por vandalismo, corte de ruta o lo que sea? Por qué una reserva se parece a una embajada en un país donde ellos viven y deberían someterse a la constitución, o acaso son ciudadanos de otra tierra?

 

Sin dudas pasan cosas raras en Argentina, existe una corriente que atrasa, que en el afán de agradar, de cultivar derechos, de ampliar pensamientos, se lleva todo por delante, haciendo que quienes sostienen el país, quienes han logrado traer hasta aquí la civilización, se sientan menos que indefensos ante la simpleza de quienes quieren resumir todo, bajo derechos que solo ellos comprenden, por eso su constante liviandad por la propiedad privada, dejando completamente afuera cualquier tipo de legislación.

 

Tal vez lo que hoy está en juego y debemos realmente discutir, reclamar y sobre todo, defender, si el país en que vivimos sigue sosteniendo a la Constitución Nacional, sus leyes y sus tratados, como el verdadero mandato hacia sus ciudadanos. Mientras sigamos defendiendo intereses incomprensibles y no sometamos a “derecho” a cada uno de quienes integran este territorio, el resto seremos como hasta ahora, extranjeros en nuestra propia tierra.

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