La cultura del pobrismo

Por Carlos Bodanza - Mañanas de Campo

Hay una cultura del “pobrismo” arraigada muchas veces en los campos argentinos, una cultura que no siempre tiene que ver con la pobreza –aunque claramente se fundamenta en ella- pero que abarca desde pequeños a grandes productores, convencidos de que ser mejores, claramente no es su destino. Si todo es cuestión de actitud, la autoprofecía de ser un “pobre productor”, seguramente está cumplida.

 

Lo vemos a diario, lo vemos en los lotes, lo vemos en los corrales, lo vemos en la Veterinaria, los escuchamos en las reuniones, lo vivimos en la Agronomía, sus voces resuenan quejosas, siempre habrá algún culpable de sus males, cuando gran parte de ellos, comienzan en sus propias acciones.

 

Históricamente nunca fertilizaron, “no hace falta”, “es muy caro”, “hace varios años hice el análisis y solo falta un poco de fósforo”. Son los mismos que no combaten malezas, que no creen en las enfermedades, los que aún persisten en usar la cosechadora del abuelo, supuestamente ahorrando, con no menos del 30% del rinde tirado en el lote. Son los mismo que defenestran la directa, “porque es más cara, porque es tecnología de insumos”, sin pensar si es buena, mala, aporta, mejora. Nada, para ellos, sacar la plata de la billetera siempre es un gasto, las inversiones no existen.

 

Ahí van, con la misma manga deshecha de hace 80 años, remendada con tablas, con el cepo que siempre se termina desarmando. Son los mismos que hace 20 años tienen un arroyo en el campo, no porque haya un curso de agua natural, sino porque el tanque australiano, hace esa misma cantidad de años que pierde, y nunca parece que haya un parche que alcance. Como fuere, las vacas para ir a la bebida, saben que habrá que enterrarse hasta la panza, porque no hay un solo bebedero que no pierda.

 

Alambres? Las púas viejas están atadas por siglos, los esquineros quebrados, las varillas dobladas, la tranquera de la entrada cumple su vigésimo aniversario sin pintar y el parque, el parque es un lugar que nunca fue parque, hay desorden, hay mugre, hay actitud y visión de pobreza, no necesariamente esa condición está presente.

 

Alguna vez escuché decir que “el campo te devuelve lo que vos le das al campo” y estoy seguro que se cumple prácticamente a rajatabla. Basta con pensar dos segundos, todo lo que le sacamos, en cosechas, en nutrientes, en pasto comido, en alambres que contienen, en bebederos que aportaron millones de litros, en molinos que dieron la vuelta al mundo, en caminos transitados millares de veces. Cada gramo de cada grano, cada kilo de cada pata, debería poseer un porcentaje de devolución, en las ciencias contables, algún viejo sabio inventó la palabra amortización, le puso un valor y ese valor se lo extendió en un tiempo. En la cultura del pobrismo, ese valor no existe y ese tiempo es para siempre.

 

Por eso se los escucha decir, “mi Veterinario no me da bola, o el Agrónomo me roba la plata”, claro, seguramente ambos están hartos de hablarles, aconsejarlos, asesorarlos, para que las acciones sean siempre las mismas y hasta los profesionales terminan agiornándose –equivocadamente- a la cultura del pobrismo.

 

Volviendo al inicio, nadie habla aquí de plata o de capitales. Hablamos de actitudes, hablamos de que muchas veces, las pequeñas cosas, los pequeños detalles, hacen a una mejor manera de vivir y con ella en el campo, seguramente de trabajar. Se puede trabajar como rico, siendo pobre, o se puede vivir como pobre, siendo rico. Es más que nunca, solo una cuestión de actitud.

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