A la espera del domingo 12 de septiembre

Por José Luis Ibaldi - Mañanas de Campo

“Dime de qué hablas y te diré de qué careces”, dice el refrán. Esto viene a cuento de lo que se viene pregonando en la campaña política, especialmente desde el oficialismo.

 

No hay que bucear profundamente para descubrir que las virtudes que se atribuyen a sí mismos o a su espacio se contradicen. Son charlatanes de feria que se obligan a vender su mercadería podrida a toda costa.

 

La degradación en la política es tal, que se apela a un acto del ámbito privado para sumar a los jóvenes. Emplean como anzuelo a las hormonas por sobre las neuronas. Con tal carnada subestiman el libre albedrío del ser humano, para intentar ganar adeptos a su causa deshonesta. Creen -al menos esa es la percepción- que los jóvenes piensan con sus órganos sexuales.

 

No hemos escuchado en esta campaña electoral por el lado de los precandidatos a legisladores oficialistas propuestas serias, consistentes. Sólo apelaciones soeces, soberbia, frases huecas, y bravuconadas violentas. El modelo de repartir planes sociales expone la incapacidad del Gobierno de reducir la pobreza, ufanarse de la miseria y celebrar la dádiva miserable.

 

De los partidos de izquierda -muchas veces aliados del Gobierno actual- huelga hablar demasiado, porque sus propuestas nos llevan a época de la revolución Industrial, es decir, al siglo XIX. En su mirada con anteojeras ven al capitalismo y al empresario como el mal, y se olvidan del fracaso del comunismo y del socialismo real. Son de izquierda, exaltan a los supuestos héroes de la revolución, pero no se van a vivir, por ejemplo, a Cuba.

 

Del lado de la alianza opositora -salvo algunas raras avis- tampoco hay mucho talento para superar al oficialismo en término de plataformas electorales que entusiasmen. Hay muchos temas importantes que deberían ser coincidentes y sobre los cuales profundizar; sin embargo, se reitera hablar mal del gobierno, como si el resto ignorara los tiros en los pies que el presidente y su entorno se da todos los días. Es más, algunos partidos y líneas dentro de un mismo espacio de alianza se pelean como si quisieran ser dueños del cementerio.

 

Ni unos ni otros piensan en políticas de largo y mediano plazo. Tampoco se interesan por lo que les pasa a las comunidades de las que han surgido. Nada tiene más importancia que alcanzar el puestito y el sueldo de diputado o senador para intentar tocar el cielo con las manos. Las preocupaciones posteriores serán ocupar un despacho importante a su dignidad; buscar qué día del calendario queda libre para declararlo relevante; revisar en el árbol genealógico quién de sus hijos o sobrinos vagos deberían ser nombrados “Asesores”;

 

Enfrente, estamos los ciudadanos de a pie, los que tenemos que salir a trabajar diariamente para ganarnos el pan con el sudor de la frente, y que el próximo domingo debemos elegir entre los menos malos. Vivimos tiempos nuevos, para gobernantes cuyo pensamiento atrasa. Empecemos a hurgar en el manojo de políticos cuáles son los más aptos, para comenzar a trabajar con y por ellos, para preservar la República.

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