El silencio, el mejor homenaje a la producción

Por Carlos Bodanza - Mañanas de Campo

No se trata de martirizarse, aquí los héroes podrían no llevar capas ni trajes, no son mejores que otros, son diferentes, pasionales, emprendedores, sufridos porque la naturaleza, así te forma, no son creadores de ninguna grieta, pero su fortaleza, los pone seguramente en un lugar distinto a otros.

 

Del primero al último martillazo, un cabañero es el claro ejemplo de cómo en una tarde, el trabajo de mucho tiempo lo deciden otros, son ajenos quienes levantan la mano, son extraños los que critican un toro o un ternero, son negocios los que van a decidir quienes compran y peor aún, son millones los que se llevan en pocas horas, con un simple papel de banco, firmado en el reverso en forma de un cheque. Nada, un año entero de preparación, más de dos en lograr un torito, una vaquillona y un vientre, para que en una tarde, en la pantalla, en la web o en algún ring, se decida todo. Alguno dirá, “los más grandes no tienen problemas”. Error, se sufre desde el más pequeño al más gigante, nada está asegurado, salvo tal vez el ejercicio de años de hacer bien las cosas, la trayectoria y la historia de quienes precedieron el laburo, no importa si hay champagne en una mesa de la coqueta Rural de Palermo, o si hay un chaperio detrás del ring de ventas improvisado con fardos y alambres. Por aquí, lo último que importa, es el tamaño. A pequeños capitales, pequeñas deudas, a grandes capitales, enormes quebrantos. El sufrimiento es similar, con la escala que gusten.

 

Del otro lado de la moneda, están los que siembran: aquí no vale pensar, el que piensa siempre pierde. No porque no lleve estrategia, de ninguna manera estamos diciendo que el suelo, la metodología de siembra, la maquinaria, la calidad de la semilla, el fertilizante y la lluvia (que no manejamos) no sean de fundamental importancia, decimos que si pensamos lo frágil que es el éxito de una siembra, jamás lo haríamos. Uno mete apenas un grano en la tierra, para que los próximos 5-6 meses, la ruleta vaya girando y metiendo presión a cada una de las decisiones tomadas, todas y cada una de ellas, serán puestas a prueba, con una helada, con una sequía, con una enfermedad, con un insecto,  con una lluvia, con un viento y con un granizo. Hasta el momento de entrar con la cosechadora, hasta el instante que el monitor de la máquina comience a mostrar los promedios, todo lo visto, monitoreado, analizado y hasta contado y pesado previamente, no cuentan. Y ojo, el monitor no es garantía, todavía hay que pasar por el análisis de proteína, por el peso del grano, por la humedad del mismo, por las condiciones de ese año en particular para la comercialización y hasta ver que en Afganistán, no maten a muchos, no vaya a ser cosa, que el mercado se desmorone, y que todos los cálculos realizados de ante mano, no tengan sentido.

 

Sufrir? Si se sufre, de mucho a muchísimo. Nadie lo niega, sufre el que toma el colectivo para ir al laburo, sufre el empresario que construye, también se llena de incertidumbre el que abre un local al público, o se sacrifica hasta los huesos, el albañil de la obra, nadie lo niega. Pero créanme, gran parte o casi todos ellos, ven el fruto de su trabajo, reflejado en lo que realizan, con una paga segura, con un sueldo por lo hecho y con la certeza de que nadie de la noche a la mañana, te va a cambiar el valor del metro cuadrado, los impuestos del local o lo que cobran tus empleados, en una retención que no calculaste porque nadie dijo que eso iba a existir. Y no hablo de una semana a otra, hablo como con el cierre de exportaciones, acá estos descerebrados, te lo cambian de la noche a la mañana, literal.

 

El campo llora, siempre llora. Pero llora porque hay un país político, que sabe que cada mes, tendrá su sueldo depositado y saldrán a hablar livianamente de cuánto deberían pagar de retenciones, de que venden en dólares, de que no puede ser que la carne o el pan en un país productivo, estén caros. Es cierto, en Argentina todos sufren, pero nada se parece a trabajar sin la garantía de que alguien se va a quedar por creer tener más derechos, con el fruto de tu trabajo.

 

Por eso cada vez que se baje un martillo, cada momento donde el cabezal levante un grano, cada instante donde se pueda hacer real el fruto de todo ese esfuerzo, recién ahí permitite hablar del campo Argentino. Mientras tanto, solo tengan el respeto de mirar a cada uno de estos productores, con el silencio que su valentía de vivir merece.

 

Silencio, es el más grande homenaje que un político podría hacerle, a un productor agropecuario.

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