Un sueño en peligro de extinción

Por Carlos Bodanza - Mañanas de Campo

Qué fue lo que disparó semejante revuelo en redes ante el twiter de Gustavo? Qué sería lo novedoso, porque tanta gente entusiasmada, interesada y hasta alguna porque no, enojada con una situación tan corriente? Bueno, justamente porque el trabajo y su pasión, de corriente hace rato dejó de tener trascendencia.

 

La cosa es sencilla, Agustín un joven de 21 años de Quequén con 8 años de educación insistió educadamente a partir de un pedido de Gustavo, quien estaba en la búsqueda de un joven que hubiera cursado en alguna escuela agrotécnica. “Decidí tomar a Agustín, es su primer empleo formal. Me mandó tantos mensajes pidiendo trabajo...que me convenció...poco a poco irá aprendiendo. La actitud es importante, la aptitud se puede adquirir”, escribió Almassio en su perfil de esa red social superando hasta donde yo se, las 500 mil visualizaciones.

 

Realmente tanto nos impacta la historia? Tal vez si, porque en un país donde el trabajo día a día se va convirtiendo en una especie en extinción, encontrar gente con ganas, con actitud, con motivación, es casi una quimera. Por eso la constate visión crítica que muchos tenemos, hacia un estado preocupado por la toma de rehenes, no por un subsidio real, transitorio y que de poco sirve para quien debería pasar sus días, buscando una fuente laboral, no ser un simple mantenido, por derechos adquiridos vaya a saber uno adónde, o por el mérito de reproducirse porque la vida lo permite y un listado de sinrazones, que van convirtiendo a nuestro país, en una fuente inagotable de desocupados, que nadie quiere ni pretende ocupar.  Esto es clave, no se puede subsidiar para siempre, no se le puede quitar la dignidad a alguien de obtener sus ingresos, mediante el esfuerzo, el logro y la destreza o conocimiento, se matan las ganas, se destruyen los cerebros, no hay futuro con un país en donde nadie, está dispuesto al sacrificio.

 

Ejemplos sobran, desde la noticia de los últimos días donde la fábrica Nacional de Toyota se encontró que gran parte de los entrevistados no poseían ni el secundario terminado, o basta viajar unos kilómetros al sur para ver que el 90% o tal vez más de los trabajadores de la cebolla son extranjeros –gran parte indocumentados- o ver con tristeza, como el olivar más añejo, más productivo y más importante de toda la región, está siendo levantado de raíz, después de que sus dueños, hartos de no encontrar gente para la cosecha, decidieran dar un verdadero golpe de timón y dedicarse de pleno a la agricultura, dejando hectáreas y hectáreas, de añejos y productivos olivos, que supieron ser el emblema de una región olivícola.

 

Es sabido en todo el interior productivo, que es imposible contratar empleados, que hoy estén bajo el subsidio estatal. Ninguno de ellos quiere perderlo: es lógico, quién querría perder un ingreso, constante, seguro, puntual y sobre todo, para siempre, que regala un estado, que no pondrá reparos a la hora de repartir dineros, que son de todos, no son del estado.

 

Por eso la historia de Gustavo y Agustín, pegó fuerte. Porque nos recuerda que como Gustavo, hay miles de productores deseosos de empleados con ganas, con motivación, aunque no estén capacitados. Y del otro lado, hay pocos como Agustín, con ganas y con ilusiones, esos mismos sueños que un gobierno que miente día tras día, es capaz de erradicar con la supuesta redistribución de la riqueza, que casualmente se suelen repartir entre políticos, gremialistas, sindicalistas, etc, etc, destruyendo una cultura que se ha perdido, que encuentra pocos adeptos y que para darle un remate final en su extinción, se ha asociado con una justicia laboral, que de justa no tiene nada.

 

Por eso el sueño de Agustín, es el sueño de Gustavo. Es el de ponerse la camiseta de quien está dispuesto a jugarse por vos. Ojalá alguna vez, exista una pandemia tan contagiosa y sin cura, como la que se ha disparado desde el Totoral, en cercanía de estación Lumb.

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