Amistad

Por José Luis Ibaldi - Mañanas de Campo

La Amistad es el tema de hoy, enmarcado en este grupo de amigos que profesan esta religión en su propio “Templo” imaginario en torno a un café, un asado o una copa de buen vino.

 

Cuando los escucho me llevan imaginariamente a mi Saavedra natal y a mi niñez y adolescencia. A aquel grupo de amigos que nos juntábamos en las cálidas tardecitas de primavera y de verano en la pérgola central de la plaza o en la esquina de la Escuela de La Fraternidad, para jugar, charlar, imaginar viajes, divertirnos con lo poco o lo mucho que cada uno disponía.

 

Algunos de ellos ya no están más entre nosotros y otros, a pesar de la distancia, no nos vemos tan seguidos. Sin embargo, ese sentimiento profundo que es la Amistad no se extingue. Es algo mágico. Nos mantiene unidos más allá de lo que somos cada uno y cómo nos hemos abierto paso en la vida, de nuestros trabajos, de nuestras familias, de los miles o cientos de kilómetros que nos separan. Es algo indescriptible, pero real. Lo palpamos, lo atesoramos, lo tenemos pegado a fuego.

 

Lo mismo pasa con aquellos Amigos que vamos sumando con el correr de los años. El espíritu de la Amistad sigue intacto y es tan profundo que nos permite sortear la paradoja central de la existencia de la que alguna vez habló Jorge Luis Borges: la enfermedad, la vejez y la muerte, porque la Amistad puede romper el cerco inexorable de nuestro destino religándonos a través del apoyo y de la ayuda mutua que deviene de ese nexo de amor que nos envuelve.

 

Esas tres categorías dejan de ser centrales cuando la Amistad las trasciende. Porque ante ellas, siempre estará el apoyo, el bastón que nos ayuda a levantarnos y a trascender en la memoria de quienes nos sobrevivan.

 

Finalizo esta columna sobre la Amistad con un cuento sufí, y él doy gracias a mis Amigos de la vida y hago un homenaje a los Amigos de “El Templo”:

 

“Todos los maestros dicen que el tesoro espiritual es un descubrimiento solitario. ¿Entonces por qué estamos juntos? -preguntó uno de los discípulos a Nasrudin, el maestro sufi.

 

Ustedes están juntos porque un bosque siempre es más fuerte que un árbol solitario -respondió Nasrudin-. El bosque mantiene la humedad del aire, resiste mejor a un huracán, ayuda a que el suelo sea fértil. 

 

“Pero lo que hace fuerte a un árbol es su raíz. Y la raíz de una planta no puede ayudar a otra planta a crecer”, señala el discípulo.  A lo que responde el maestro: “Estar juntos en un mismo propósito, es dejar que cada uno crezca a su manera; éste es el camino de los que desean comulgar con Dios”.

 

¡Feliz Día del Amigo!

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