Un nuevo Acuerdo de San Nicolás

Por José Luis Ibaldi - Mañanas de Campo

A pocos kilómetros de donde se hizo la multifacética concentración de todas las fuerzas vivas de la comunidad el pasado 9 de Julio, un 31 de mayo de 1852 se firmaba el Acuerdo de San Nicolás, que sentó las bases de la organización nacional de nuestro país y sirvió como precedente a la sanción de la Constitución Nacional de 1853.

 

Este hito histórico, llevado a cabo hace 169 años, fue el punto de partida para que los argentinos de entonces dejaran de lado las luchas intestinas y se abroquelaran en la idea de unión y libertad, para construir una Nación con visión de progreso.

 

Para muchos la Historia no es una materia agradable y la lista de por qué es innumerable. Una de las tantas definiciones señala que la Historia es una ciencia social que estudia al hombre en sociedad y en tiempo pasado; sin embargo, podríamos afirmar que sirve para conocer al pasado e interpretar al presente, para así poder proyectarnos -brújula en mano- hacia un futuro un poco más certero.

 

Los acontecimientos de la nueva vida democrática que venimos protagonizando los argentinos desde 1983 a la fecha están confundidos por una niebla que nos viene haciendo perder el rumbo y quienes deberían tener la brújula, para marcar el rumbo de un destino cierto, parece ser que la han estrellado contra una pared o la han perdido. Al menos en los últimos 21 años -por acotar el espacio temporal y hacerlo más visible a nuestra ya conocida falta de memoria-, buena parte de los representantes de los tres poderes institucionales que nos distinguen como República se han dedicado a darle la espalda a la Historia, desconociendo la Constitución Nacional e interpretándola aviesamente para su beneficio espurio; con la idea ya definida y una brújula cargada, de ir por todo.

 

Todos los días, nosotros somos protagonistas en la construcción de la Historia de nuestras vidas y, por ende, de nuestro país. Por eso, el acto multifacético del pasado 9 de Julio, en San Nicolás, lugar que hace 169 años puso de relieve y con claridad lo que deseaban las provincias, poniendo fin a décadas de grieta entre unitarios y federales, no fue un encuentro más. En cada uno de los discursos -más encendidos o menos encendidos- se denotó una clara idea de la aspiración de las comunidades del interior del país, donde también se manifestaron, y de todos los sectores productivos que llevan sobre sus hombros el peso de la Nación.

 

El documento surgido en San Nicolás señala al Gobierno actual y a los gobiernos que vengan en el futuro, ocho puntos que no son negociables y que denotan un hilo conductor, cuyo eje es “el cumplimiento de la Constitución Nacional”, algo que “no es optativo, sino obligatorio”.

 

También que “la única fuente de riqueza genuina de una nación es la actividad productiva”; que “el derecho a la propiedad está garantizado por la Constitución y todo funcionario público está obligado a velar por su respeto”; que “es obligación del Estado compensar a aquellos ciudadanos que se ven forzados a mermar o sacrificar sus actividades productiva para preservar la salud de la comunidad”;  que “la educación es un derecho inalienable, y sólo la presencialidad puede garantizar el acceso a ella a todos los niños del país”; que “el personal de la salud es el principal afectado por la pandemia, y debe ser reconocido no sólo en forma simbólica sino también económica”; que “la única fuente de ingresos para el país es la exportación, y cualquier medida que la obstaculice, la limite o la desaliente es absurda” y que “el déficit que resulte de los impuestos que dejen de percibirse por las exigencias anteriores debe compensarse con una reducción del gasto público en general, y del gasto político en particular”.

 

En síntesis, a 169 años del Acuerdo, en San Nicolás, productores agropecuarios, unidos a las fuerzas vivas de las comunidades del interior del país -desde la Patagonia al Norte argentino-, una vez más, denotaron que en el seno de las provincias hay brújulas en sintonía que marcan un rumbo certero. No debemos desperdiciar este momento histórico. Ahora, democráticamente, hay que ir por más: hay que convencer inteligentemente y con datos; hay que hacer notar la diferencia de ser una republiqueta de cuarta a ser una República (con mayúsculas); hay que pensar y actuar, como hace 169 años, en que es preciso volver a hacer realidad lo que nos dice el Preámbulo de nuestra Constitución, “con el objeto de constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover al bienestar general, y asegurar los beneficios de la libertad, para nosotros, para nuestra posteridad y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino”.

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