Gritos en el silencio

Por Carlos Bodanza - Mañanas de Campo

Poco a poco muchos productores van despertando de este letargo al cual nos han sometido a los Argentinos, pronunciadamente en el sector agropecuario y que en su gran mayoría, nos hemos convencido poco a poco, que ciertas cuestiones anormales, enfermizas, perversas y delictivas, se tomen como situaciones normales, con esa gran premisa de que “es necesario que a todos nos vaya mal, para solidarizarnos con el país en quiebra”.

 

Nadie está a salvo de esta patología, que se parece mucho a los síndromes de los secuestrados, que tarde o temprano terminan hasta simpatizando con rufianes, secuestradores y asesinos, como si la rutina diaria, fuera mostrando solo la mejor cara , de lo que esconde todo un hecho repudiable. El mayor ejemplo es la soja, claro mientras se vanaglorío de los 600 U$ en Chicago, nadie fue capaz de enojarse y salir a decir basta, porque el estado se quedaba prácticamente con el 60% de lo producido, entre tipo de cambios, retenciones, impuestos, “pero la soja está a 600U$” repetían todos, en esto donde la supuesta solidaridad, es estar bien, pero sin que nos escuche nadie.

 

No es bueno que un sector tenga grandes riquezas mientras el país está fundido. Lo mejor, es que nadie tenga riquezas, nivelamos para abajo. El trigo y sus 200 U$, tampoco son lejanos de la soja y sus tributaciones, todos a sembrar, todos en silencio y que el estado no se enoje y venga por más, porque por ahora mientras se quede solo con solo el 50 % vamos bien.

 

Hay otros dos casos que prácticamente se desnudaron en la misma semana, uno muy zonal y otro que hace ruido en todo el planeta, pero de a poco parece que deberíamos naturalizarlo. Hace varios meses atrás, un puñado apenas de productores y de dirigentes, denunciaron a un organismo estatal, por corrupción, por malos manejos y porque justamente, la plata mal administrada, era de los propios productores. Nada, silencio de muchos, esos pocos locos yendo a la justicia, intentando gritar para que alguien los escuche y desde el estado, un organismo que debería ser un pequeño controlador de canales y punto, poco hicieron para desnudar una enorme caja que no dejarán de ninguna manera, acostumbrados a manejar a gusto, millones de pesos ajenos. Claro, ahora se sumó la crisis del agua y muchos empezaron a entender, que la plata que ponían, se la quedaba el estado, que las maquinarias que compraron, se la quedaba el estado y que el agua que ellos mismos pagan en sus canónes, tarde o temprano, será el estado quien les diga si la usarán o no. En Pedro Luro, comenzó un despertar de muchos, para que el enojo no fuera de unos pocos.

 

La última de las semillas germinando, también se dio en los últimos días: muchos productores que enviaron sus vacas a faena, al mercado o a remates feria, escuchaban incrédulos, los valores que hacían sus lotes, atónitos de ver cómo un producto de descarte que hace pocos días atrás, generaba buenos réditos, hoy es prácticamente inviable subirlo a un flete para que sea prácticamente “reventado” en poco pesos y así ser parte del resto de la economía, poder de a poco ser también integrante de esa quiebra en la que nos han llevado como país. Así vimos ganaderos enojados, incrédulos y hasta otros pidiendo no hacer demasiado ruido al respecto, ya que la sociedad se quejaría, de ver productores a los que supuestamente les va tan bien, quejarse de su cierre de exportaciones a China.

 

La patología es grave, porque genera un silencio interno que hace que los gritos no se escuchen y si se escuchan, no es bueno para la sociedad, porque pueden condenarnos. Mejor morir así, callados y solidariamente fundidos como el resto. Nunca mejor aplicado, todos para uno y uno –que es el Estado – para ellos mismos.

 

Una vez más resuenan las palabras de Martin Luther King, “No me preocupa el grito de los violentos, de los corruptos, de los deshonestos, de los sin ética. Lo que más me preocupa es el silencio de los buenos”.

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