¿Reconstrucción o destrucción argentina?

Por José Luis Ibaldi - Mañanas de Campo

La publicidad falaz es una constante del kirchnerismo / cristinismo. Podría decirse, en términos generales, de todos los “ismos” que nos vienen gobernando -por el voto popular, claro está-, porque persiguen el objetivo fascista de mentir y mentir, ya que algo queda en el inconsciente de los habitantes del país. No digo del ciudadano, porque es una categoría que no se ejerce mucho en nuestro país, a sabiendas de cómo votamos y cómo nos va.

 

Cada spot radial, televisivo o en medios escritos termina con el eslogan “Reconstrucción Argentina”, cuando en realidad debería decir: “Destrucción Argentina”. Desde el presidente de la Nación para abajo son una manada de elefantes en medio de un bazar. No dejan nada en pie y se enorgullecen señalar a los cuatro vientos que son la “reconstrucción argentina”.

 

Es claro que, para construir o reconstruir un país, hay que hacerlo desde su gente, desde su recurso más importante. Parece que la “reconstrucción argentina” de este gobierno no lo tiene en cuenta. O, mejor dicho, sólo se acuerda de su gente -aunque a veces cuesta creerlo, como en este año-, cuando es el período de elecciones presidenciales o de medio tiempo.

 

Y señalo que cuesta creerlo porque si se acordaran de la gente o vieran en ella el recurso más importante del país, no habrían tomado medidas frente a la pandemia que nos dejaran “cola al norte”, por decirlo en forma castiza.

 

Con la cuarentena más larga e inoperante del mundo se encargaron de destruir muchísimas fuentes de trabajo, ahora difícil de recuperar, y sumiendo a miles de trabajadores en la categoría de desempleados, ahondando aún más este flagelo que deviene de los años ’90 y del cual nunca nos recuperamos.

 

Cuando tuvieron la oportunidad de planificar mejor ante la pandemia, preparar al recurso humano sanitario sumando más profesionales a esta tarea, incorporar tecnología y aumentar las terapias intensivas, y adquirir vacunas de calidad para la gente, improvisó, no hizo reservas, y desechó a las vacunas que venían de los mejores laboratorios de Occidente. Tampoco obvió vacunar primero a sus allegados políticos, a sus jóvenes militantes, en detrimento de ancianos y personas con enfermedades preexistentes, y, por supuesto, tal cual reza el Pequeño Larousse Ilustrado del kirchnerismo / cristinismo, hacer política con la vacuna.

 

En este camino de la “destrucción argentina”, y de manual, pusieron la mira telescópica en el campo en general, y en la carne en particular, sin olvidar al trigo y a la soja, porque para un año electoral nada mejor que pan, asado y circo para “todos y todas”. Lamentablemente, a esta receta del kirchnerismo / cristinismo, la dirigencia del campo -más allá de aquella épica del 2008- no ha sabido responder abroquelado en certezas, datos concretos, firmeza de carácter e ideas superadoras a las barbaridades que pergeña y lleva a cabo este gobierno.

 

El presidente de la Nación, día a día, está afectado de una diarrea verbal de mentiras, acusaciones infundadas, incoherencias y desaciertos. Desde la Cancillería nos peleamos con el mundo civilizado y abrazamos a los líderes más impresentables. La vicepresidente, las pocas veces que asoma la cabeza para hacer un discurso, tira nafta para incendiar lo poco que nos queda, rodeada de un séquito de focas aplaudidoras que deberían estar empleando esa energía en gobernar con eficiencia sus propias provincias y municipios. El jefe de Gabinete y los ministros no saben dónde están parados y cuáles deben ser sus funciones, pero contribuyen diariamente al caos en el que estamos envueltos.

 

Los legisladores oficialistas y la oposición ya están en campaña para las PASO y para las elecciones de noviembre. Son raros y contados con los dedos de una mano, aquellos que trabajan denodadamente y a conciencia para quienes son sus representados. La Justicia es otra ausente en lo que le conviene, no sea que una pifiada en sus fallos les haga perder lo mucho que han ganado haciendo lobby. Como es una Justicia que sólo salva a los poderosos, también colabora en esta “destrucción argentina”.

 

Argentina carece de un discurso democrático orientado hacia la construcción de consensos, por eso estamos agrietados, divididos, amontonados por el viento que soplan unos pocos. Esto, y lo que señalé anteriormente, nos produce más y más pobreza, improductividad, ausencia de cumplimiento de normas, corrupción. Hay una forma de cortarlo: ejercer nuestra condición de CIUDADANOS de una vez por todas. El tiempo de una Argentina   republicana es finito y está a punto de cortarse. Sólo los CIUDADANOS tienen el poder de salvar lo poco que queda en pie, para comenzar y en serio la verdadera “Reconstrucción Argentina”.

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