La locura al poder

Por José Luis Ibaldi  - Mañanas de Campo

Nos gobierna una manga de desquiciados. Hay que leer a Shakespeare, en su obra “El rey Lear”, para “indagar sobre la paradoja que aqueja a todos los reyes locos: la dificultad de reconciliar la locura que perturba el equilibrio mental con la acción de gobernar, de la que son responsables por su investidura”, nos dice Vivian Green en su obra “La locura en el poder”.

 

Hace un par de días, el periodista Carlos Campolongo se preguntó y preguntó a un panel de colegas, si no era necesario hacer un examen psiquiátrico a los candidatos a cargos políticos.

 

A esta altura del partido, después de tres gobiernos y medio kirchneristas, aún me queda la duda si son o se hacen. Pero sí tengo claro que, tanto en si son o en se hacen, hay mucho de mala intención para erigirse como soberanos sin sentir el más mínimo pudor; mientras que el resto ya sentimos que estos inquilinos nos quieren ocupar las instituciones in aeternum.

 

Aquellos que en las aciagas horas del 2001 buscaban “que se vayan todos”, no vieron que en esa demanda irracional se estaba incubando el huevo de una serpiente que luego engatusaría a muchos con mentiras, utilizando la historia a su medida, confrontando antiguallas culturales, buscando obsesivamente el poder, corrompiendo, imponiendo el relato, apropiándose de símbolos y hechos construidos por otros, y llegando a un campo fértil de jóvenes posmodernos que estaban escondidos en un rincón del sistema, y que, como destaca el periodista Pablo Rossi, eran “despreciados por la política, la educación y huérfanos de héroes”.

 

Nadie vio lo que se venía. Hoy, no hace falta la pandemia para poner blanco sobre negro, y descubrir que aquella familia que vino del Sur patagónico sólo tiene un objetivo: Llegar al poder y sostenerse en él, sin importar a quién deben pisar, maltratar, sumir en la desgracia, utilizando testaferros y títeres de cuarta, usando a las vacunas contra la COVID como cotos de caza de votos, además de haber inoculado antes a sus militantes más jóvenes en detrimento de abuelos y personas con problemas de salud preexistentes. Traen consigo el germen de “la toxicidad de su método de imposición: la demagogia y el autoritarismo utilitario que transforma el consenso en exigencia de unanimidad, la adhesión en obediencia y la crítica en traición”, al decir del propio Rossi.

 

¿El pueblo? ¿Los pobres? Son solo medios para llegar. La mezquindad del poder es tan grande que los desheredados saben que han perdido desde el momento en que se vendieron y alquilaron.

 

Estamos siendo tolerantes con esta manga de desquiciados. Nos están cocinando a fuego lento, como a la rana del cuento. Se hace necesario salir de la olla saltando con todas las fuerzas. De allí que las próximas elecciones de medio tiempo son cruciales para cambiar la composición de las Cámaras nacionales, de las Legislaturas provinciales y los Concejos Deliberantes con hombres y mujeres probos y republicanos. Esta es la última oportunidad que tenemos de revertir que la locura siga estando en el poder.

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