Entre Marmotas y Sabaleros

Por Carlos Bodanza - Mañanas de Campo

“El día de la Marmota” es un clásico del cine donde Bill Murray interpreta un reconocido periodista Norteamericano que debe ir a cubrir este evento tan particular, que se basa en una tradición que tiene como objetivo, que esta autóctona especie en el estado de Pensilvania, prediga con su salida, el próximo final del invierno y su duración. En pocas palabras, tras un accidente, Bill Murray queda condenado todos los días a que su día se repita, amaneciendo una y otra vez, con los días calcados, haciendo cada día lo mismo. Su tortura, comienza a finalizar, cuando decide que cada uno de esos días, hará cosas diferentes y proactivas, para solucionar los problemas que no le eran propios, pero que al insertarse en la sociedad en la cual quedó atrapado, no le podían ser ajenos.

 

Esto es lo que vive el campo con su eterno conflicto de la carne, del trigo y de todos los productos que son sensibles a la sociedad, es imposible desconocer los problemas de la gente, más allá de que la producción sea privada y que en definitiva quien produce, nada tenga que ver con las torpezas de quienes gobiernan, con los dislates económicos y con la política en general. El campo, parece vivir una y otra vez “El día de la Marmota”, haciendo repetidamente lo mismo, ante un gobierno que hace lo mismo. Cómo se rompe este círculo vicioso?

 

El sector agropecuario siempre fue diverso y con una complejidad como pocos sectores, por sus producciones, por su federalidad, más aún en el presente por el tamaño y el capital de sus empresas, por su gente. Pero en todas esas diversidades, siempre sigue quedando una suerte de impronta propia, que tiene que ver con su gente. Sí, es cierto, hay de todo, pero en general, hay un formato de producción que siempre está arraigado, que tiene que ver con nuestro interior, con costumbres, con la integración de pueblos y ciudades, donde quizás, alguna vez habría que intentar volver a resurgir.

 

Hay mucha gente cansada del enfrentamiento, de los paros, con un contexto social, donde la pandemia se ha metido en todo y donde lo primero que debe preguntarse el sector, si es que realmente está dispuesto a ir hasta las últimas consecuencias. Difícilmente hoy por hoy, se pueda nuclear todas las producciones y lograr un acatamiento en haciendas, en cereales, en otros estratos que acompañen, sino será imposible lograr un peso a la hora de las decisiones. Para muchos, lo que opine la sociedad, será poco importante, pero habrá que entender, que el costo podrá ser muy alto, tal vez, de ruptura definitiva, algo que en muchos pueblos hace años se viene gestando.

 

Por eso el ejemplo del “Sabalero” no puede dejar una enseñanza, para ese pueblo que nació casi del desprecio de aquellos hombres que por pescar Sabalos, eran una elite social poco apreciada. Sin grandes números, sin grandes nombres, el peso de su gente, pudo más que los grandes equipos, que los jugadores de peso. Lo pudo la disciplina, lo pudo el trabajo, pero sobre todo, la humildad.

 

Y si volvemos a las fuentes? Y si volvemos a la gente? Pero no en las capitales, no en donde no hay plata, ni imagen que alcance. No, las revoluciones siempre han sido desde abajo, siempre han requerido la unión de muchos chicos para enfrentar a los grandes. Tal vez, más allá de lo que se haga a grandes niveles sociales, la revolución del campo siga estando en el interior, no en una gran liga, con nombres de peso e importantes analistas que pueden contribuir, sino en el vecino, en el club, en la escuela. Hay que volver a las fuentes, allí nació el campo, allí creció, ahí se hizo grande.

 

Tal vez la pelea siempre termina siendo con los más importantes, pero son ellos los que saben jugar un juego político, que el campo no sabe y aún no está preparado. Ideas para retomar en nuestra propia casa, siempre sobran, las otras son las difíciles y por ello, una y otra vez el campo fracasa.

 

Termino con una reflexión del Pampa, redondeando una idea, para nunca olvidar de dónde venimos, “es fácil mirar de arriba cuando abajo no se estuvo. El lechuzón, por ojudo, observa desde el alambre, Pero va a matarse el hambre a la cueva del peludo…”.

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