Ideas se buscan

Por Carlos Bodanza - Mañanas de Campo

Nada cambió en una semana. Ni la tozudez del gobierno en pretender que un producto baje en una economía hiperinflacionaria, ni la metodología de cesar de comercializar, algo que ni siquiera dentro del sector todos están demasiado convencidos como método de presión a la hora de protestar por la medida de cierre de exportaciones.

 

Nada cambia, mientras no se entienda que la exportación y el consumo interno son mundos diferentes, más aún, cuando el principal problema –si se quiere definir como tal- es que hace prácticamente un año -por cuestiones de la economía en crisis- comenzó lentamente a disminuir el encierre en los corrales y con él, el faltante de la categoría más consumida en mostradores, que es el gordo liviano. Nada cambia, si además quienes se sientan a negociar frente al gobierno, no están dispuestos a terminar de blanquear un negocio que siempre tiene grises, como pasa con la vaca china.

 

Nada cambia si una de las partes no está dispuesta a dar nada, como un gobierno que no parece entender, que él mismo es uno de los principales problemas impactando duramente con impuestos en todos los productos alimenticios. Nada cambia si del otro lado, no hay una cadena dispuesta a ceder, no solo frigoríficos exportadores que todos sabemos tienen muy buen margen, sino también los supermercados, que más allá de lo impositivo, componen un margen de ganancias que existe en pocos lugares del mundo. Allí también hay que apuntar y ceder.

 

Nada cambia si quien es parte de la negociación, lo hace desde la ideología, creyendo que un producto que es una inversión privada, por ese capricho ideológico, debe convertirse en un bien público, mientras quien arriesga, quien invierte, quien paga, es un privado. Nada cambia, si del otro lado, no se empieza a construir en serio, una empatía con la sociedad, un vínculo social que comprenda la importancia de la cadena productiva, el aporte que hace a la economía, el tiempo y esfuerzo que significa poner un bife en un plato. Ese vínculo, tiene que ir más allá de un color de gobierno, tiene que ser capaz de trascender políticas, sino, se vence cada cuatro años. Y para construirlo, hay que poner plata.

 

Nada cambia si el gobierno le da la espalda a la historia, esa que cuenta que jamás el cierre de exportaciones de la carne (realizado varias veces en la historia argentina) dio como resultado la baja del producto en los mostradores. Nada cambia, si el campo no comprende que para tener peso a la hora de negociar cuestiones, es imperioso que esté representado políticamente, para ello, hay que seguir construyendo jóvenes líderes dispuestos a representar al campo. Para ello también, se necesita invertir, tiempo y dinero, no hay otra forma.

 

Nada cambia, si la política decide que para que estemos mejor, todos debemos perder y no todos ganar. Se debe dejar de pensar en un país pequeño y sin futuro, para ello es imperioso que se de confianza, que se permita invertir y todo eso es imposible, sin una exportación abierta y libre de oferta y demanda. Nada cambia, si el campo responde a las mismas limitadas ideas del gobierno, con las mismas limitadas ideas dirigenciales.

 

Nada cambia, si el gobierno no entiende que no se puede vivir construyendo pobreza, con la teoría de Robin Hood, cuando en definitiva, muchos de los propios, son los que más negocios hacen. Nada cambia, si desde el campo, nunca se propone nada para un problema que se repite a lo largo de la historia. Alguien dirá, hay retenciones, se paga impuestos y es injusto, pero la inteligencia de proponer una solución para un problema repetido, es no vivir siempre con el mismo problema y alguna vez adelantarse al mismo.

 

Por eso más que nunca, jugando con las palabras de Albert Einstein, para que algo cambie, debemos comenzar a hacer cosas diferentes.

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