Prohibido prohibir

Por Carlos Bodanza - Mañanas de Campo

La palabra de por si nos muestra un cierre, ese mismo que hoy sufren miles de ganaderos en la Argentina, inocentes de las torpezas ajenas, ajenos a los repetidos errores de un gobierno que no sabe por dónde comenzar a la hora de arreglar parte de un desastre, que ellos mismos generan a partir de sus políticas, día tras día.

 

Prohibir habla de limitaciones, nos desnuda la incapacidad de consensuar, paradójico en una política que se rasga las vestiduras hablando de otros tiempos, cuando la democracia estaba prohibida y sin embargo, son ellos mismos los que les cuesta repetidamente el ejercicio democrático de no prohibir.

 

Todo lo solucionan prohibiendo, limitando, pero sobre todas las cosas, culpando al resto, como si absolutamente nada de lo que ocurre, fuera responsabilidad propia. Y no hablo de carne, hablo también de pandemia, de educación, de justicia, de salud, cuando uno miente repetidamente, cuando uno todo lo justifica, la mentira de las millones de vacunas, los test truchos en Ezeiza, los vacunados Vip, la frontera de colador, las diez cepas que no supieron dejar afuera, todo, absolutamente todo, pasa por la política. Y ahí, una y otra vez, fracasamos.

 

Hoy nos prohíben volver a salir, nos culpan de no cumplir los protocolos, nos acusan de juntarnos, señalan con el dedo la presencialidad de las escuelas, nos retan por no lavarnos las manos, todo es culpa nuestra, por eso, mejor prohibir, limitar, si se pudiera, callar -porque seguramente los medios son los culpables- en esa limitada idea de prohibir, de prácticamente todos los males que nos ocurren.

 

Molesta el Congreso, molesta el Senado, molesta Larreta que es de otro partido, por eso mejor no respetar nada y culpar a la oposición, a los diputados, a la Capital Federal, a los municipios que plantean sus propias fases, mejor culpar a todos, si se pudiera prohibirlos, mejor. Si hasta en lo posible, se quieren prohibir las elecciones, porque de ninguna manera algún político, querrá un sistema electoral electrónico, inviolable, no posible de fraguar, donde votarán bien solamente aquellos que tengan la capacidad de entendimiento y así entonces, poder manejar un sistema que siempre fue corrupto y nadie pretende que deje de serlo. De hecho, ojalá se puedan prohibir las elecciones, porque para nada sirve la incómoda Constitución Nacional.

 

Seguramente la grieta molesta, es incómoda, particiona una sociedad ya partida en mil fragmentos, casi a esta altura imposible de unir por cultura, por arraigo, por estamentos sociales, por educación, por el concepto de justicia. Pero en realidad, la grieta sigue siendo la frontera entre los buenos y los malos, moleste a quien moleste, esa grieta ya no hay forma de cerrarla, porque nadie pretende un pacto con corruptos y ladrones y muchísimo menos, con todos aquellos que siguen de acuerdo con esa manera de manejar la política. Por eso, no se quiere la grieta, si es posible, se prohibirían el resto de los partidos, porque pensar, es peligroso.

 

A partir de aquí, cuando me hablan de prohibir, dejo de razonar, porque justamente la prohibición, es el cierre de las ideas, del debate, de la regulación, de los controles, de los límites, de la justicia, lo prohibido, deja de ser justo e injusto, es anárquico y autoritario.

 

Por eso la prohibición de exportaciones a la carne vacuna, no implica simplemente el cierre de la venta de un producto. Es un atentado a las ideas, es un golpe a la producción genuina, es directamente una ensanchamiento de una grieta que no hay manera de volver a cerrar.

 

Tal vez, la medida vuelva atrás, pero atrás quedarán para siempre la confianza, el crédito en la palabra y la ilusión de un país democrático con diálogo, debate y consenso. Es una suerte de “Prohibido volver a creerles algo”.

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