Un “Cimarrón” que salva vidas

Por José Luis Ibaldi - Mañanas de Campo

“Un ‘cimarrón’ pudo salvar una y muchas otras vidas”, pensaba cuando el auto me traía ayer de Macachín, tras haber sido parte del IV Congreso de Cooperativas que organizan cada dos años los dirigentes y funcionarios de las Cooperativas Atreu Co Agropecuaria y de Obras y Servicios Públicos de esa coqueta localidad pampeana.

 

No sé por qué, tras haber presentado y escuchado a 30 expositores nacionales e internacionales entre el jueves y el viernes pasado, me quedé pensando en lo que contó Gastón D’Andrea, de 37 años, integrante de la Cooperativa de Trabajo “Cimarrón”, dedicada a fabricar mates, bombillas y artículos de bazar e integrada mayoritariamente por personas que pasaron por la experiencia de la cárcel.

 

Gastón también estuvo preso. Cuando recibía la vista de un tío, éste le repetía una y mil veces que hay otras formas de vivir. Quizás haya sido eso lo que lo impulsó a fabricar y a vender bombillas, cuando fue liberado en 2006. El comedor de la casa de su madre era la fábrica y, junto a su hermano mayor, salieron a vender los primeros prototipos en trenes y negocios. A partir de ahí no pararon.

 

“Los primeros años reinvertíamos todo en el taller”, cuenta Gastón, para señalar que tres años después armaron un galpón en el patio trasero de la casa familiar y ya en 2016 alquilaron una vieja fábrica, pero tenían mucha demanda y fue necesario ocupar un galpón de 2.200 metros cuadrados, donde trabajan 60 personas.

 

Desde entrada comenzaron a funcionar como una cooperativa, y a medida que el proyecto fue creciendo, dice Gastón: “Para mí fue natural sumar a los invisibles de la sociedad. Armamos una cooperativa porque siempre habíamos funcionado como tal”. Hoy son unos 60 miembros, donde también hay trabajadores sin antecedentes penales, pero lo más importante es que, de los asociados con antecedentes, ninguno volvió a reincidir. Ahí está lo valioso de haber descubierto que hay otras formas de ganarse la vida. En el seno de la Cooperativa encuentran una oportunidad para desarrollar un proyecto de vida y un espacio de pertenencia donde se sienten importantes y valorados.

 

Todos los meses, la Cooperativa distribuye utilidades entre sus asociados y, aunque existen distintos roles y jerarquías, “ninguno percibe menos de 70 mil pesos mensuales”.

 

Hoy por hoy, la Cooperativa de Trabajo Cimarrón -construida con esfuerzo propio y ayuda mutua- no sólo es poseedora de tres vehículos, sino también de más de 15 mil puntos de venta de sus productos en todo el país, y exportan a Uruguay, Paraguay, Perú, Brasil, Chile, México y Líbano. Y como no se duermen en los laureles, hace poco lanzaron una línea de créditos para los trabajadores, con fondos de la propia Cooperativa.

 

Por suerte, no son una experiencia única. Existen otras Cooperativas conformadas por exconvictos. El mismo Gastón D’Andrea lo señala: “Fuimos encontrándonos con otros que siguieron idéntico camino. Hay formadas Cooperativas de trabajo textiles, de panificación, de servicios, integradas y conducidas por personas que estuvieron en la cárcel”.

 

Gastón, que es muy natural al hablar, llegó y pegó muy fuerte con su historia y la de sus compañeros de ruta, en nuestros corazones y en nuestras cabezas. Él, y un puñado de mujeres y hombres, encontraron en los valores y principios cooperativos, pero muy especialmente en la solidaridad y en la sensibilidad, un punto de arranque con reglas y conductas, y se demostraron a sí mismo que podían cambiar sus vidas y para siempre.

 

Ellos piensan que si estas experiencias se multiplicaran el mundo sería maravilloso. ¿Utopía? Quizás, pero la Cooperativa de Trabajo Cimarrón nos señala que no es una entelequia, es posible reinsertar a personas en situación de riesgo y ser un éxito empresario a la vez. Por eso sigo pensando y afirmando, que un ‘cimarrón’ puede salvar una y muchas vidas.

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