Detrás de cada momento

Por Carlos Bodanza - Mañanas de Campo

(*) El guerrero pacífico es una vieja película cuyas enseñanzas, una y otra vez, tienen vigencia, en un recordatorio que en muchos cursos, en charlas, en simples repasos, deberíamos todos realizar por un rato, ese que nos permita entender la importancia del tiempo en que vivimos, con quiénes estamos, cuánto valoramos esos instantes y cuánto de la vida cotidiana nos lleva puestos a cada momento.

 

La principal escena muestra como un maestro de la vida, es capaz de demostrarle a un chico que supuestamente todo lo sabe, como cada instante pasa por su vida sin darse cuenta de absolutamente nada de lo que está a su alrededor. Con una pequeña técnica de concentración, logra que Dan Millman, un joven y exitoso estudiante, por un instante ponga su cabeza en cámara lenta y de esa manera, ver desde el simple vuelo de una bella mariposa, hasta el juego de un perro atrapando un disco en el aire. Cosas simples, que encierran cada una un momento digno de disfrutarse, de observarse, de contemplar, de entender que detrás de toda nuestra vorágine, de nuestras preocupaciones, de que ese mundo que a veces nos pasa por delante sin siquiera darnos cuenta, sigue adelante, es capaz de funcionar sin nosotros y a la vez, regalarnos milésimas de segundos de disfrute, de vida, de un montón de regalos que pasan por delante nuestro, sin siquiera enterarnos.

 

El caballo espera mansamente los ajustes de la montura, mientras tanto Damián con una sonrisa en sus labios, no ve el momento de poder subir, ese que lo conecte con la libertad de poder sentirse fuerte y libre, ese que lo lleve a poder dominar situaciones, aunque sea por un rato, aunque se instante quede grabado seguramente entre sus grandes alegrías.

 

La mañana en el pueblo es una mañana cualquiera, apenas se despereza en un sábado “pintado”, sol a pleno, sin viento, la temperatura ideal y nadie parece reparar lo que ocurre en uno de los finales de su contorno. Allí, “la escuelita”, muestra cómo un montón de gente con ganas de darle algo a los demás, se esfuerza por estos chicos que son solamente diferentes, pero que la hora de subir un caballo son iguales por un rato. Ese en resumidas cuentas, podría ser uno de los tantos objetivos de cualqueir escuela de equinoterapia.

 

No importa el pueblo, no importa la escuelita, ni siquiera quien montaba el caballo, la importancia radica en “cuántas veces” nos detenemos a mirar lo que tenemos alrededor nuestro. Alguna vez un amigo repitiendo hasta el cansancio, grafico su vida en el campo de la manera más sencilla, “tengo la suerte de vivir en un lugar increíble, trabajar de lo que me gusta y eso me lo repito cada vez que la otra realidad me lleva puesto con el banco, las deudas y las dificultades”. Increíble no? Cuántos de nosotros miramos un amanecer, nos dejamos sorprender por una luna llena, o simplemente nos detenemos a mirar a quienes están a nuestro alrededor?

 

Hay una carrera perdida y esa carrera es contra el tiempo. No hay manera de ganarla, pero si tiene una pequeña trampa y está en la capacidad de cada uno de comenzar a disfrutarlo, no simplemente verlo pasar. Tal vez, en la sonrisa de Damián y en la simpleza de montar un caballo, haya muchas más respuestas que en los miles de problemas que nos planteamos a diario.

 

Cuándo le preguntan al maestro de Dan porque se autodefine como un guerrero pacífico, el responde simplemente: “porque las batallas en las que luchamos están dentro de cada uno de nosotros. La vida es un misterio, no pierdas el tiempo deduciéndola”.

 

(*) Foto de la Escuela de Equinoterapia "Cabalgando por la vida" - Bordenave

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