Superarnos

Por José Luis Ibaldi - Mañanas de Campo

Vivir es caminar y caminar sin poder retroceder. Sin lugar a duda, en cada etapa de nuestras vidas nos vamos encontrando con nuevas dificultades y problemas, pero antes que retroceder tenemos que superarlos, para no sucumbir bajo ellos. Es la ley de la vida que regula la marcha de la humanidad. Ni más, ni menos.

 

Esta simple lección que nos da la experiencia no se aplica en la política argentina. Siempre estamos retrocediendo. Cada problema, cada escollo, es motivo para encontrar uno o varios culpables, recitar y poner en marcha fórmulas y acciones que nunca dieron resultados, recrear escenarios pasados cuando el país requiere una mirada superadora.

 

Son pocos, más bien contados con los dedos de una mano, los políticos que no atrasan el reloj. Ellos son los que sobre la evidencia de un fracaso reflexionan por qué ocurrió. Paran la pelota, hacen autocrítica de su accionar y buscan soluciones de largo plazo.

 

Ninguno de ellos desea inventar una épica revolucionaria para salir del atolladero. Más bien, buscan escuchar a la gente, recaban datos reales y concretos, dialogan, tienden puentes con sus adversarios y consensuan soluciones para la gente y no para ellos.

 

Y así como señalo a lo políticos, también les cabe las generales de la ley a los sindicalistas, a los denominados “líderes sociales”, a los industriales, a los representantes de los productores agropecuarios, a nosotros, los periodistas, y a todo el arco dirigencial de nuestro país. Nadie debe escapar a esta regla de oro que impone la democracia y que se basa en honrar la palabra en toda su magnitud, algo que no es común desde hace mucho tiempo a esta parte.

 

Faltar a la palabra nos degrada como dirigentes, como referentes de una sociedad que ya está harta de falaces, de autócratas, de corruptos, de pedigüeños, de acomodaticios, de revolucionarios de la nada.

 

Estamos escasos de referentes y, por eso, damos vueltas y vueltas, sin encontrar solución a los problemas más ínfimos. Hemos perdido la brújula de los valores y, por ende, nuestra dignidad. La soberbia no nos permite reconocer que estamos sin rumbo y equivocados. Cuando el Estado se transforma en un coto de caza de poder absoluto, el resto del pueblo nunca va a tener oportunidades. Al contrario, será sumido en las más crueles situaciones como las que está pasando ahora, agravado a la máxima potencia por una pandemia que ha expuesto de una vez por todas que las instituciones de la República y los servicios más esenciales atados con alambre.

 

Son muy pocos los que piensan y actúan para las generaciones actuales y las futuras, y muchos los que están pensando mezquinamente en las próximas elecciones, aunque sin brújula y jugando a los autitos chocadores.

 

Lo público es lo que nosotros nos damos como colectivo. Ese espacio es hoy marginado y marginal en Argentina. No le dan trascendencia ni quienes ejercen ocasionalmente el gobierno nacional o los provinciales, e incluso municipales, ni quienes deben ser sus controladores, pero que en realidad sólo esperan la ocasión de repetir aquello que conocen muy bien y va en desmedro de la calidad de vida de todos.

 

Insisto: Vivir es caminar y caminar sin poder retroceder. Ojalá que alguna vez empecemos a tomarlo como algo posible para nuestras vidas y, por ende, aplicarlo con nuestro voto y nuestra auditoría ciudadana para superarnos y encaminar a la República.

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