El agua, la gran esperanza

Por Carlos Bodanza - Mañanas de Campo

Llueve y poco importa el resto. Mientras los mensajes inundan el chat con los milímetros de la zona, hay una tranquilidad inconsciente que cubre las mentes de productores, técnicos y cuanto sector allegado al campo exista por estos pagos, el resto pasa a un segundo plano.

 

Llueve y la amenaza del cierre de exportaciones de la carne casi casi, saca una muesca, similar a una sonrisa. “Se puede ser tan estúpido?” me pregunto al pasar cuando la amenaza llega, tras la cuarta semana de calma en el mercado de Liniers y no menos de la quinta, suba de combustible por la bandera oficial. “Nos merecemos lo peor”, pienso por dentro como avalando el “hagan lo que quieran” que solo la lluvia en la ventana es capaz de regalarme.

 

“Ya está, con esto el otoño casi adentro” me digo en silencio, mientras pienso en los verdeos ya sembrados, en la tercera ola del sorgo, que algo va a tirar con los 25 grados de la próxima semana. Me parece sentir el ruido de “ryegrases” con los primeros fríos de mañana y todo se ve mejor, cuando el barro reemplaza la tierra en los ojos por el viento y la sequía.

 

Llueve, siempre es bienvenida la lluvia en estas latitudes, que no saben de inundarse, de falta de suelo, de muchas enfermedades. Habrá tal vez algún choclo que deje el resto por estos días, alguna soja de segunda que todavía tendrá un “tiro” más antes de los fríos importantes. Llueve y ya los barbechos presienten el trigo y la cebada, esos que desde siempre generan esperanza, en un potrero que muestre porque en el sur, la calidad nos puede dar un plus más allá del rinde.

 

Llueve y atrás va quedando un verano raro, no será malo cuando se vea en perspectiva y recordemos el buen cierre de año que tuvimos, el “invicto” en incendios en la zona, el estado que aún conservan rodeos y los terneros que llegan a la feria. Llueve y son varios los que se refriegan las manos esperando que el mercado siga como hasta ahora, “si total después reviente o no el precio, siempre habrá tiempo para un idiota que piense en retenciones”, me digo con cierta burla.

 

Llueve y en Buenos Aires no lo saben, o no les importa. Buenos Aires dije? Es probable que la vecina de la esquina de una ciudad que cumple 193 años como Bahía Blanca y que existe porque hay un puerto y que creció porque el campo lo hizo crecer, y ni siquiera sabe para que sirve la lluvia, si no es para embarrarle la vereda que tanto se empecina en limpiar, porque esta aquí y ni se acuerda que a pocos metros, está el mar.

 

Llueve y a ellos no les importa, como no les importa nada, como lo único que les importa es seguir controlando, porque no se trata de un virus, de una pandemia, de salud, o de economía, se trata de poder, de tenerlo siempre en sus manos, como lo tienen a el, qué quien sabe que pensó, cuando le dijeron que iba a ser Presidente y creyó que con eso alcanzaría.

 

Llueve y ellos seguirán igual, vos con permiso esencial para ir a la esquina y ellos sin barbijo, con bombo, marchando y todos juntos, porque no hay un solo gobierno, no existe una sola justicia. Está el de ellos, el que hacen lo que quieren, cuando quieren y como quieren, y está el tuyo, que haces siempre lo que ellos dicen que podes hacer.

 

Llueve y como dijo el filósofo de Saldungaray, “dame lluvia, que el resto se las peleo todas”. Llueve, gracias a Dios porque en su pureza, están siempre nuestras más grandes esperanzas.

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