Confianza

Por José Luis Ibaldi - Mañanas de Campo

Semana tras semanas muchos argentinos seguimos, no sin asombrarnos, cómo el Gobierno nacional y el de la provincia de Buenos Aires -por nombrar al territorio político más grande y emblemático del país- evolucionan en su mala praxis, dilapidando lo más importante que debe tener el gobernante: la confianza.

 

Los seres humanos somos animales sociales, cooperativos por naturaleza porque necesitamos de los demás para garantizar nuestro bienestar y atender nuestras necesidades básicas y socioafectivas. Pero para esto la confianza es imprescindible.

 

Una vez leí del ingeniero Héctor Cattena, un especialista en empresas familiares y mercadotecnia, que pocos tienen una explicación concreta sobre la confianza, “algo lógico -dice- porque se trata de un intangible, no es un objeto como puede ser un silo o una oficina, pero sí muchos lo relacionan con lo de tener palabra, valor muy generalizado entre la gente del ambiente rural. Justamente la intangibilidad, al no poder explicarla claramente, es donde reside su fortaleza, nadie puede definirla, pero todos saben de qué se trata”.

 

“Ahora bien -acota- ¿por qué hablar de confianza en un mundo donde reina la desconfianza. La respuesta es: por el mismo motivo por el que se habla de agua cuando se tiene sed y de salud cuando se está enfermo. Muchas veces, sólo hablamos de alguna cosa cuando sentimos que nos falta. Lo mismo sucede con la confianza. La valoramos por lo opuesto”.

 

Hasta acá los conceptos del ingeniero Cattena, para ayudarnos a clarificar el concepto confianza, algo de lo que adolece este gobierno después de haberla rifado en este año de pandemia que se cumplió hace un par de semanas, producto de impericias con la cuarentena haciendo fundir a pequeñas y medianas empresas y negocios de todo tipo, dejando un reguero de desempleados; del vacuna-gate; dejando librado a miles de niños y adolescentes de una educación presencial; de promesas de millones de vacunas que hoy están llegando en cuentagotas; de la utilización política de la vacunación; de privilegiar la vacunación para sus jóvenes militantes; de generar información no confiable que nos saca de las estadísticas mundiales; de chicanas y/o excusas que están poniendo para cambiar la fecha del calendario electoral, etcétera.

 

Y si salimos del ámbito de la pandemia, este mismo Gobierno sigue generando desconfianza. Uno de los motivos que atrajeron a sectores juveniles y de la farándula ha sido el relato populista de la redistribución de la riqueza, cantinela que no deja de oírse en todo momento. Sin embargo, la pobreza y la desigualdad continúan aumentando e incluso, una reciente encuesta ya habla de “jóvenes desencantados”, porque ven que el presente y el futuro se erosiona por la inflación, la corrupción, la inseguridad. 

 

Según el sociólogo Juan José Sebreli, entusiasmaron a “ciertos sectores de intelectuales, artistas, gente que vive más de la palabra que de los hechos, más del símbolo que de la realidad. A un empresario o a un obrero, que trabajan con cosas, le resulta más difícil creerles. Y lo que han logrado es crear un discurso que entusiasma a toda la gente que vive de símbolos”.

 

Por si todo esto no los convence, centremos nuestra mirada en la degradación institucional, el corrimiento hacia prácticas corporativas, políticas populistas y hechos reales y concretos de corrupción que, en vez de ser juzgados rápida y ejemplarmente, son permanentemente cajoneados o demorados por jueces y camaristas de dudosa equidad y moralidad.

 

A ello se suman ministros y secretarios de estado con una mirada miope en sus propios ámbitos de actuación. Un ejemplo de ello se traduce en los dichos de la secretaria de Comercio Interior, Paula Español, amenazando con cerrar las exportaciones de carne ante la suba del precio en el mostrador. No sólo que vuelve a tropezar con la misma piedra que sus antecesores, sino que es una ignorante, y a la que cabría advertir: ¡Es la oferta y la demanda, estúpida!!!

 

De allí que esta falta de confianza que experimentamos buena parte de los argentinos es consecuencia de tener gobernantes empobrecidos y atrofiados en aquellas capacidades que son tan entrañables a la vida humana como los afectos, la imaginación, el instinto, la intuición para desarrollar al extremo la inteligencia operativa y las capacidades prácticas y utilitarias. En la medida que se intensifique ese desdén por las necesidades esenciales del pueblo, más tarde o más temprano, los gobernantes experimentarán en carne propia aquel dicho de que “los náufragos no tienen buenos modales”.

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