Animarnos a dar el paso

Por José Luis Ibaldi - Mañanas de Campo

Llegó el día de Pascua. Del hebreo, significa paso, tránsito. Todos, de alguna manera, experimentamos sucesivas Pascuas. El mundo, debido a la pandemia que nos viene azotando, viene transitando una muda que, seguramente, nos ubica en otro plano diferente a lo conocido. Algunos lo tomarán como una desdicha, un flagelo, y, otros, como una oportunidad de cambio que despierta o dispara nuevas maneras de relacionarnos, masifica el uso de herramientas tecnológicas no sólo para comunicarnos sino también para gestionar, etc.

 

La Pascua, ese paso espiritual que es la chispa para transformarnos, si bien tiene un calendario específico en la liturgia cristiana y hebrea, creo que es permanente. Todos los días se nos presentan situaciones que nos ubican en la antesala de algo diferente y que nos pueden cambiar la perspectiva para mejorar nuestras vidas particulares, nuestras vidas empresarias, nuestras vidas comunitarias.

 

Recuerdo que faltando diez años para la llegada del nuevo milenio en el que estamos inmersos, encontré una de mis Pascuas al participar de un encuentro organizado por la Cooperativa de Seguros La Segunda en la ciudad de Mar del Plata, donde uno de los principales oradores, el doctor René Balestra, realizó una gran reflexión acerca de “El hombre del siglo XXI”, y de la que fue visionario.

 

Señalaba: “En una contradicción aparente, el hombre del siglo XXI será de su comarca y del mundo. Los valores de su región, de su zona, de su ámbito familiar, serán reivindicados cada día. Él percibirá que sus raíces deberán estar firmes y regadas para cualquier floración posible. Y sabrá también que su horizonte -como nunca- será el universo. Nunca fueron posibles las murallas aislantes, pero en nuestra época, todos los días, tenemos la confirmación de esa verdad. En medio de este vendaval de la historia contemporánea, donde el vértigo de la velocidad de los acontecimientos es un hecho incontrovertible, cada uno continúa experimentando la soledad substancial de su existencia y la necesidad imperiosa del apoyo y la ayuda mutua”.

 

Más adelante en su brillante discurso, Balestra, apuntó a las células sociales benéficas que el hombre ha moldeado, para encontrar abrigo y continuar siendo ellos. Precisó también que estas instituciones protectoras, que son las cooperativas y las mutualidades, las sociedades de fomento y otras entidades sin fines de lucro, no tienen comprado el porvenir, tienen que merecerlo. Esto significa que deberán asumir el formidable desafío de convertirse en instrumentos aptos.

 

Estas palabras de un “antiguo profesor”, como se autodenomina Balestra, las llevo de memoria en mi cerebro y en mi corazón, y son las que me ayudan desde entonces a encontrar mi diaria Pascua. De allí que este paso, este tránsito por esta vida tiene sentido cuando transformamos en acción algo que no veo desde hace muchísimos años en la política: el Servicio.

 

Corono esta columna con palabras del cura vasco José María Arizmendiarrieta, propulsor del ahora poderosa Corporación Cooperativa de Mondragón: “Siempre hay un paso más que dar. El signo de la vitalidad no es durar, sino renacer y adaptarse”. ¡Felices Pascuas!

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