Ganadería para no mirar atrás

Por Carlos Bodanza - Mañanas de Campo

La propuesta para el día de hoy, tiene que ver con un tema no menor, para muchos fruto de la llegada de grandes empresas, otros hablan de la expulsión del campo a la ciudad, pero que en definitiva debería verse como parte de un sistema actual que de la mano de la eficiencia, del abandono de viejas costumbres, a lo que hoy conocemos como una ganadería simplificada.

 

Meterse con el tema “empleos” en la Argentina, es meterse en un tema por demás escabroso: involucra cuestiones culturales, de desarraigo, de sindicatos, de filosofía de vida y un montón de etcéteras que si bien hacen a la cuestión, por más que se discutan, la realidad siempre manda y no hay forma de contradecirla. Las escuelas rurales aún dan pelea para no quedar atrás, la conexión en los campos no siempre es posible, ni siquiera la luz, más allá de la llegada de medios alternativos para su generación, las distancias, los caminos que una y otra vez parecen olvidados para el Estado, ese mismo que los usa indirectamente, quedándose entre impuestos, retenciones y otras yerbas, en muchos casos con más del 50% de lo producido. Pero una vez más, es el socio en la cosecha, jamás en la siembra y no encuentra un solo motivo para reinvertir todo lo que se lleva, en al menos, proporcionar un camino transitable.

 

Y ahí va, la ganadería fue perdiendo los puestos en la estancia, los chicos en la casa, las familias en los campos y poco a poco, el trabajo fue haciéndose marginal, más golondrina, el molinero reemplazado por la bomba solar, el alambrador por el eléctrico, la yerra por la manga y un buen cepo, los caballos por los cuatri, los perros por una bandera agitándose y un sinfín de cuestiones que podemos discutir por horas, pero que tarde o temprano van ganando terreno y van mostrando un campo diferente, con menos gente, con una visión bienestarista, pero con menos raíces, guste o no, ese es el legado que va quedando. Culpables, no necesariamente los hay, pero sin dudas, la ausencia absoluta de una mirada estatal, que decida que los pueblos son un buen lugar, que promocione el empleo dejando el castigo para quienes lo otorgan, con sindicatos más terrenales, con patrones –por qué no- más solidarios a la hora del reparto.

 

Así entonces fue naciendo la ganadería actual, la del presente y la del futuro, no porque la otra no vaya a seguir conviviendo, pero sin dudas, va a quedar relegada. Construir la ganadería ATP (así la llama Pablo Echeverri, un joven emprendedor dueño de una empresa que produce soluciones prácticas para el manejo) es un desafío constante. Ganadería Apta Todo Público, cuenta Pablo que el manejo ganadero debe ser, APN y APJ, apto para niños y apto para jubilados. Con esa premisa, los potreros se simplifican, los eléctricos ganan lugar, la tecnología es puesta al servicio del productor, desde tranqueras eléctricas, rollos manejables desde un cuatri y hasta hoy existen los aplicadores de jeringa a distancia, todas herramientas para que ese dolor de cabeza tan grande – dicho con todo el respeto del mundo, pero a los hechos me remito- que a veces termina siendo en la Argentina tener uno o más empleados en el campo, empuja una y otra vez a cambiar la mirada de la ganadería, del manejo y hasta del negocio en el campo.

 

Dicen por ahí que Nunca es mala la verdad, lo que no tiene es remedio. Podremos quedarnos en la protesta de un estado ausente, podemos arremeter contra la perversidad de los sindicatos, hasta ponernos nostálgicos por el cambio de cultura y alguno se enojará porque no haya más recados, rebenque y el corbata dando vueltas. Lo que no podemos, es dejar de hacer lo que debemos hacer. La ganadería que ha nacido no tiene vuelta atrás, subirse o no, es una cuestión de escala, de espalda y de necesidades. No existe CBU para las tradiciones, es un depósito de lujo que tiene cada vez menos privilegiados.

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