Los sueños, ¿sueños son?

Por José Luis Ibaldi - Mañanas de Campo

Los sueños son historias e imágenes que nuestra mente crea mientras dormimos. Pueden ser divertidos, románticos, entretenidos, atemorizantes y, a veces, muy extraños.

 

El que se reprodujo en mi “sabiola” hace dos noches tiene un poco de todas esas características. Seguramente, me acosté con algunos gramos más de comida de lo que acostumbro cenar y el recuerdo de que se cumplía un año de la irrupción del Covid-19 por estos pagos.

 

Quiérase o no, el bicho apareció en mis sueños, corporizado como una bola erizada, de ojos achinados, aunque vivaces, y parlante. No pude descubrir su sexo porque parece que lo oculta muy bien. No importa, porque en nuestro país sería discriminatorio y tendría que hablarle en idioma “inclusive”.

 

La cosa que apoltronado en el diván que, imaginariamente, tengo en el cerebro, “le” Covid me contó su vida. Me dijo: “Nací en la provincia de Wuhan, en China, pero mis padres me ocultaron mi verdadero origen. No sé por qué. Algunas malas lenguas me dijeron que había nacido en un laboratorio “in vitro” y otras, que era a consecuencia de una sopa de murciélagos que no habían sido higienizados adecuadamente, donde mis padres hicieron el amor desenfrenadamente. La cosa es que nací y mis papás me cuidaron, y me mandaron a la escuela a aprender idiomas porque mi facilidad para las lenguas, seguramente me iba a facilitar dar la vuelta al mundo junto a mis hermanos políglotas”.

 

Instalado en el consultorio psicológico de mi “sabiola”, constituido por el “Ello”, el “Yo” y el “Superyo”, inició su parla en perfecto castellano: “Yo, que había estudiado tantos idiomas y dialectos, además de geografía e historia, comencé a entusiasmarme con abrirme paso por el mundo. Ahí tengo que agradecer a mis padres que me hayan ayudado a instalarme en un turista europeo y comenzando a multiplicarme, y así pasar a otros turistas y locales, ya que mi provincia es muy concurrida”.

 

Y prosiguió “le” Covid-19, conocido por sus “hermanes” como “Coronavirus”, porque SARS-CoV2, les era muy difícil de pronunciar: “Recorrí Europa, mientras que a mis hermanos se les dio por viajar por Asia, América Central, América del Norte y parte de América del Sur. Pero cuando estaba ya finalizando de conocer ese llamado Viejo Mundo, me enteré de un país alucinante: Argentina. Y ahí nomas me mandé para acá. Me deslumbró Ezeiza por la agilidad en pasar sin pasaporte y sin controles, pero más me encantó llegar a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y recorrer el Conourbano. ¡Una papita para captar personas que me llevaran consigo!!! Todos están amontonados, todo es un viva la Pepa y, para mejor, la posibilidad de la llegada de la vacuna contra mi persona es tan lejana, porque el Gobierno con su aislamiento preventivo y obligatorio se encargó de fundir a casi todos y ahora no tienen un solo peso para comprarlas. Además, con las pocas dosis que han llegado, han priorizado a los políticos y a los pibes de La Cámpora. A pesar de que me beneficia para andar libremente visitando toda la Argentina, me atrevo a decir que ¡los políticos y esos muchachos son flor de turros!”.

 

Luego, mirándome a los ojos, me dijo: “Te frunciste, macho, cuando los medios dijeron que había llegado al país hace un año. Hasta te mandaste a guardar sin chistar. Haceme caso viejito, teneme respeto, pero no miedo. Desde ya te digo que con las columnas que hacés contra el Gobierno, ¡¡¡tu turno para la vacuna va a llegar en 2035!!!”.

 

En ese momento suena el despertador. ¡Qué alivio! ¡Era simplemente un sueño! Pero los sueños, ¿sueños son?

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