Adagio de Otoño

Por Carlos Bodanza - Mañanas de Campo

“Mi libro de otoño transita el silencio de mi pensamiento, cuando estoy conmigo bebido de tiempo”(*),

 

Me sorprendió, lo reconozco. No se en qué momento bajé la guardia y cuando quise pensar, estaba ahí, esperando como al acecho. Repentinamente la tarde se hizo breve, las mañanas frías, vi las primeras hojas volar en el viento y las lluvias no llegaron como debían, ya está aquí, se lo presiente.

 

No hay rocío y es un mal augurio, conocedores de sequías eternas, Marzo promediando y las avenas dicen poca cosa. Apenas algunas sembradas, con los pulgones regocijándose y en el campo de al lado, un maíz que da pelea, como queriéndole hacerle pata ancha, sabedor de que su tiempo ya pasó, su choclos dieron todo lo que tenían para dar, la sentencia está a la vista.

 

Se fue, con él, el calor, los días de playa, las escapadas continuas a un poco de arena, a sentir el sol en la piel, a emborracharse de tiempo, de largas tardes con noches soñadas, con esas mañanas que siempre parecen pintadas, esperanzadoras, llenas de sueños.

 

Parece que fue ayer cuando volvimos a creer, cuando las calles comenzaron a poblarse, cuando el miedo dejó de ganar la pulseada, cuando la vida por un rato, le ganó a la muerte, esas dos que andan siempre entreveradas, mientras que esta última se llevó su año de gloria, para que por un verano, volvamos a tener fe.

 

Los ryegrases esperan ya su momento, patrones del frío, ganadores de miles de batallas, contra secas, vientos, herbicidas y malezas. Los barbechos aún no progresan, mientras que las primeras vaquillonas van pariendo sus servicios, y entre bicheras al parto y sorgos maltrechos, unos se despiden y otros renacen, ese equilibrio perfecto que a pesar del hombre, sus tareas, su tecnología y su ingenio, nada puede hacer contra el cambio de estaciones, que se marcan en el campo más allá del tiempo.

 

Pero el está aquí nuevamente entre nosotros y los peores temores rumorean sus amenazas, el frío, el estress, el encierro, las pocas horas de luz, son los aliados perfectos, de este mal del mundo, que vino a poner orden a tanta tibieza humana, mostrando en forma de corona, que no hace falta reyes para reinar y dominar al hombre.

 

El otoño está aquí, para muchos en la propia vida, por edad, pero más por actitud, porque no hay peor otoño, que el que deja que sus años caigan, como caen las hojas de los árboles. La vida siempre se hace paso, aunque la lluvia no esté, aunque el sol baje su manto, aunque falte para los trigos, a pesar de todo, de la soledad, del amor ausente, de los abrazos que ya no están, de ese beso que todavía muchos tienen en la boca. Sensaciones, esas que siempre hablan de vida y que debemos disfrutar a pesar de todo.  

 

Hay distintas maneras de ver la vida, al igual que las estaciones, al igual que el año, y hasta créanme, al igual que esta maldita peste. Podemos caernos, podemos aflojar, hasta llorar si quieren, tal vez sea agua para nuestros campos el llanto. Pero lo que jamás podemos hacer, es dejar de pelear, de enfrentar lo que sea, de huir, quien lo hace, insulta a la vida, a la naturaleza y a quien sea en quien creas, si hasta los ateos rezan en sus horas finales. 

 

Por eso a partir de hoy, ya no hay que pensar en el otoño. Solo hay que mirar la estación que viene, esa que regala en medio del peor frío, las noches más largas, las estrellas más brillantes, el sol pegando en una helada y hasta el vapor del aire al respirar, que te recuerda una y otra vez, que alguien te está regalando vida.

 

Que no te vean caer, solo tropezar, porque la grandeza siempre, está en volver a levantarse.

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