No quiero un país de novela

Por José Luis Ibaldi - Mañanas de Campo

El médico y escritor cordobés Marcos Aguinis recuerda que hace unos años, al escribir un libro denominado “Un país de novela”, incorporó como epígrafe una elocuente afirmación de Enrique Santos Discépolo que decía: “El nuestro es un país que tiene que salir de gira”. Y, seguidamente, Aguinis enfatiza: “Nos habíamos convertido en un espectáculo. Nuestros éxitos y fracasos eran motivo de extrañeza, podíamos provocar lágrimas y carcajadas. Asombro. También admiración, curiosidad, odio”.

 

Lamentablemente, en nuestra Argentina ya nada sorprende. Basta con recorrer los acontecimientos que se vienen dando desde diciembre de 2019 hasta nuestros días y más atrás aún, para denotar la terrible decadencia a la que nos arrastra la impericia de quienes ocupan el poder y la anomia de gran parte del pueblo que nunca ha desarrollado ciudadanía porque cree en un mesías político salvador.

 

Quienes deben tener firme el timón del barco en un mar turbulento, no saben leer la brújula y ni tienen idea de cuáles son los puntos cardinales. Son burros -con perdón de estos équidos- a la hora de interpretar y obrar bajo la Constitución Nacional y, para colmo, corruptos.

 

El escándalo que forzó la salida del ministro de Salud debido a la falta de transparencia en la vacunación contra el Covid, se suma a la corrupción en la gestión pública que se renueva con cada escándalo político, independientemente de los colores partidarios del Gobierno de turno, generando que se profundice aún más la grieta que divide a la clase dirigente de la sociedad.

 

No me voy a cansar de repetir que se requieren miradas nuevas con fórmulas distintas y ejecutadas por dirigentes honestos, transparentes, comprometidos con quienes son sus representados y sin aspirar más que a servir por un período limitado.

 

No alcanza con decir “esto no funciona” si finalmente será sustituido por el mismo modelo que no alcanza para potenciar nuestras virtudes y solo sirve para profundizar nuestras carencias.

 

Muchos argentinos se han enamorado de sus captores. Viven secuestrados en un presente miserable y en un futuro inexistente. Dicen que para muestra basta un botón: Las provincias de Formosa y de Santiago del Estero, o la mayoría de los partidos del Gran Buenos Aires son feudos donde sus habitantes creen ser depositarios del afecto de los caudillos políticos que allí gobiernan, que los alquilan por planes sociales para sacrificarlos finalmente todos los días del año.

 

Se requiere de una nueva rebeldía que cambie lo conocido y que altere la manera de ver la decadente realidad a la estamos expuestos. Necesitamos vida que proyecte esperanza, futuro, desarrollo y capacidad de entender nuestras propias limitaciones y grandezas. Alguna vez tomemos la decisión de construir un país serio y no “un país de novela”, como hasta ahora nos considera el mundo.

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