Gambito de Dama

Por Carlos Bodanza - Mañanas de Campo

Raúl fumaba, es cierto, pero sus cigarros a pesar de que no tolero el tabaco, eran agradables, porque de cierta manera siempre me retrotraían a aquellas tardes frías de Bariloche, junto a la vieja salamandra. La firme mesa de roble, la lámpara colgando casi a centímetros de la misma y el humo flotando en la tarde oscura, convertían aquel momento en algo casi mágico, de los pocos recuerdos que todavía flotan en mi cabeza de una niñez cada vez más olvidada.

 

“Adónde vas”, me decía en tono de reto. “Deja ese peón ahí, pensa, pensa, no hay apuro Cachafeiro”, en uno de los tantos pseudónimos con el que a el le gustaba bautizarme. El “Gambito de Dama” siempre fue una trampa, una suerte de señuelo para quien en el apuro de intercambiar piezas, no veía lo que atrás de ese intercambio se venía gestando.

 

Por definición, “un gambito en ajedrez es el ofrecimiento de material a cambio de ventaja en el desarrollo del juego. Este movimiento se caracteriza por el ofrecimiento del peón al adversario. Sin embargo, estrictamente hablando no es un gambito como tal, ya que las blancas pueden recuperar fácilmente la igualdad numérica de piezas, en caso de que las negras lo capturen”, un tecnicismo, pero que podría dejarnos interesantes enseñanzas, si es que vemos más allá de un simple tablero.

 

Por eso esta semana, tuve un viejo dejavú, imaginé a Raúl retando a la Mesa de Enlace y esta, aceptando el reto. Hoy, el tablero está formado, las piezas una por una parecen dispuestas y las jugadas se suceden, mientras que aún el resultado es abierto, justamente el “Gambito”, es una apertura de ajedrez, es un inicio. La reina si bien hasta ahora ha resultado gananciosa, sabe muy bien que hay otra pieza acechando, esperando que tras su historial nada detenga la jugada ya lanzada tiempo atrás y tarde o temprano, tenga que dar cuenta de los movimientos realizados. Es una reina en jaque, es una reina desconfiada e insegura, ideal para jugadores adversarios despiertos.

 

El Rey mientras tanto, no parece haber acumulado absolutamente nada de poder. Con movimientos torpes, con idas y vueltas, con grandes amagues de un ataque feroz, se diluye sabedor de que es solamente una pieza más dentro de un mecanismo mucho más perverso, dispuesto a quedarse con todo, sin trueques, sin tablas, con la firme idea de ganar a cualquier costo. Pero esto, en el tablero de ajedrez- como en la vida real- es imposible. Intentar ganar a cualquier costo, suele dejar vulnerable demasiados flancos y si hasta ahora el “jaque” está lejano, es porque quien maneja las piezas contrarias no ha llegado, es un tablero prácticamente vacío, sin una mano capaz de trazar una línea de juego que demuestre un rival de fuste.

 

En este paralelo de política y el más antiguo de los juegos de mesa, se debaten muchas cuestiones similares, con peones, con alfiles, con torres y principalmente, con reinas poderosas pero con flancos muy abiertos y un rey, sin trono ni mando pero con ansias propias y huérfanas de salir a flote.

 

Por eso, tras la ocurrido en la semana, lo primero que vino a mi cabeza, son las viejas tardes del tío Raúl. Es el momento de que el campo y sus dirigentes, dejen de ir tras un juego que siempre les resulta incómodo, les genera pérdidas repetidas, en ese golpe por golpe, en ese “Gambito” que suele regalarles el Kirchnerismo con peleas simuladas, para que en el intercambio, siempre salga ganancioso, sin haber visto cuál era el próximo movimiento que ellos jamás dejan al azar.

 

Como en el ajedrez, ganar es una consecuencia, nunca un resultado buscado, es el fino juego de ver más allá, de ofrecer un intercambio pero teniendo la próxima jugada armada. Por primera vez en mucho tiempo, la Mesa de Enlace, no fue al intercambio ofrecido, con inteligencia silenció voces y fue a no buscar un triunfo, simplemente fue a jugar. En el juego, está el futuro de lo que el campo puede ofrecer como intercambio, como lo hizo con un “alfil” Solá inesperado, teniendo que tener detrás, la jugada preparada para que el Rey comience a creer en sí mismo y la reina, sea parte de un intercambio, que deje la partida abierta.

 

Hay un tablero disponible, hay un Rey solo y en apuro, con muchos de la vieja guardia dispuestos a presentar pelea y hay una Reina llena de peones que aún son púberes cegados de poder y de triunfo. En la inteligencia de jugar sin buscar el jaque, está el futuro de un país que mueve sus piezas sin pensar, una sola jugada.

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