Silencios de una tarde cualquiera

Por Carlos Bodanza - Mañanas de Campo

Por un instante el viento norte se detiene y el calor se intensifica. La loma muestra lo más ingrato del verano, pero nada de eso parece molestarle a la majada que pastorea el lote cuidadosamente, eligiendo una por una las bocanadas, como si las malezas tuvieran cierto sabor diferente a la hora de buscar entre cada mata.

 

El conoce como nadie el potero, sabe que el calor reinante no solo tiene que ver con la altura, sino que la tosca apenas a flor del suelo, es parte de los factores que irradian para que el sol se muestre impiadoso. De repente varias de las ovejas rotan la cabeza, sin que el silencio muestre absolutamente nada. Sin embargo, el sabe que algo va a pasar, no es casual, algo presienten, nada en la naturaleza ocurre porque si y muchísimo menos que muchas de las que puntean hacia el alambre, decidan dicho movimiento. Silencio, es raro después de tanto viento, el silencio es casi un ruido más en el medio del lote.

 

“Ahí está” se dice para adentro mientras la majada vuelve a lo suyo, como ya informada de antemano que el silencio era una señal. El viento sur aparece y con el todo el alivio para una tarde bochornosa. “Parece que sonríen”, se dice así mismo al encontrarse repentinamente con esos casi diez grados menos, que parecen 100 en el medio de la tosca.

 

Recorrer un lote y aprender comportamientos, es una rutina que a veces perdemos, que parece escaparse en estos tiempos donde “el récord de vuelta”, nos lleva una y otra vez a atender urgencias, a que nos queramos convencer de que todo lo sabemos, cuando en definitiva en el campo, cada día es un nuevo aprendizaje.

 

La tranquera lleva hacia los maíces, “es música” se dice así mismo al verlos recostarse con el viento sur y dejar en el aire, ese ruido de mucha materia verde futura, como una suerte de gran caja de ahorro, siempre y cuando las lluvias lleguen pronto y hagan su trabajo, para dar el punta pie final a una supuesta tranquilidad, que nunca, pero nunca está asegurada.

 

“Tengo que arreglar urgente ese eléctrico”, se dice para si mismo, mientras los novillos miran de reojo por entre el alambre a la soja de segunda, que parece darle pelea como puede, a un perfil que mucho no ayudó a la hora de la siembra. “Siempre hay un porfiado”, piensa para si y se promete que aunque mañana sea domingo, va a cambiar el alambre y los dos palos flojos. “Acá, le meto una tranquerita”, vuelve a calcular para el paso del potrero del fondo, donde seguramente en el bajo una vez más -agropiro mediante- le terminará salvando las papas, cuando las lluvias se nieguen.

 

Ya rumbeando hacia la casa, el aire de la camioneta parece entremezclarse con el vidrio abierto, que a pesar de ir bajando hacia la tranquera, el viento fresco aún no gana la pulseada, retenido por árboles y el bajito del arroyo, donde a pesar de la hora, el calor parece no haberse enterado de la rotación.

 

De fondo el mixer le marca el horario, sin haber mirado el reloj en toda la tarde, sabe de antemano que su empleado es puntual y que a las 17 hs la comida es obligada, y ese ruido del tractor yéndose, muestra que no hay rutina más importante que la hora de llenar los comederos.

 

De repente el silencio vuelve a ganar la tarde, ya no es norte ni sur, pero la quietud del momento, comienza poco a poco a ganar las primeras sombras importantes, esas que van dejando atrás una jornada cualquiera, un día más, en el cada día de hacer, trabajar y vivir de lo que más te apasiona.

 

Por costumbre la radio en la cocina está prendida y de pasada se frena ante los titulares de las 18 hs. “El campo en estado de alerta, según las entidades podría decidirse un paro de comercialización si el gobierno decide subir las retenciones”, asegura el periodista al leer el titular, mientras que la bronca lo hace apagar de repente el aparato. “No entienden nada” mastica para sí y se repite, “no entienden nada….”

 

Silencio, otra vez silencio. Ese que muchos funcionarios no saben hacer, ese que muchos políticos, deberían estar obligados a ejercer. Silencio, ese que para muchos, es el presagio de algo por venir.

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