El silencio del Niño

Por Carlos Bodanza - Mañanas de Campo

Una paradoja -del latín paradoxa, ‘lo contrario a la opinión común’- o antilogía es una idea extraña opuesta a lo que se considera verdadero a la opinión general. Algunas paradojas son razonamientos en apariencia válidos, pero que conducen a contradicciones o situaciones contrarias al sentido común.

 

El ejemplo más claro, es aprobar -y sobre todas las cosas- festejar una ley para que no nazcan niños, a pocos días de celebrar, la llegada del Niño. Más paradójico que esto, imposible. Podemos o no estar de acuerdo con lo ocurrido en Diputados, tal vez haya mucho por debatir al respecto, de hecho son las situaciones donde la representación ciudadana de un congresista, no es justamente representativa de la idea comunitaria. Que quiero decir con esto, que claramente para semejante hecho, no basta la simple mano levantada de muchas personas que harán una u otra cosa, por un hecho político, no representando la idea ciudadana. Tal vez, podría haberse realizado un plebiscito vinculante, algo que directamente permita que el pueblo se exprese y no representantes que solo manejan la popularidad, el momento y el ya clásico y patético, “me debo a mi partido”.

 

No voy a debatir en esta columna, los motivos, las razones, los cientos de excepciones que podían plantearse, pero si voy a realizarme algunas preguntas, que me hunden en lo más profundo de las tristezas a la hora de ver mis congéneres, festejar como un campeonato, una idea que más allá del lugar en que uno se posicione, solo debería por respeto a dicha situación, sostener el silencio, como uno de los pocos actos dignos que lo aprobado ha disparado. Festejar? Realmente, que se festeja?

 

Entre mis preguntas me digo: el 24 a la noche a la hora de la celebración, quienes festejaron lo aprobado, levantarán sus copas para brindar por la llegada del Niño que cambió a gran parte de la humanidad y su historia? Más allá de las religiones, más allá de las creencias, de la cultura o de la sociedad, lo cierto es que estarán ahí, mirando un pesebre, besando a su madre, ansiosos por ver un regalo y muchos reirán en familia, ante el mayor acto de hipocresía, si es que al menos la dignidad, no los invita a hacer silencio por un instante.

 

Muchas veces en esta columna he sido duro con la política, he sido tremendamente condenatorio ante ideales que solo un corrupto, un delincuente y quienes fomentan la grieta a diario, pueden haber inspirado estas líneas para que muchos asientan con la cabeza, otros se unan y otros por suerte, se alejen definitivamente, ya que lo he dicho hasta el cansancio: mi límite para acercarme a ciertas ideas, son la decencia, la honradez y la dignidad. A partir de esa línea, yo festejo la grieta, no me interesa en absoluto achicarla. Por eso, no voy a repudiar en esta ocasión a los que piensan diferente, no voy a condenar con mis ideas a quienes tienen otras respecto a la vida y la muerte de un niño que no es solo un embrión y no mucho más. No pienso estar en contra, pero si quiero pedirles por favor y encarecidamente, que no lo festejen, que tal vez si alguien hace muchos años atrás cuando los gestó hubiera tenido motivos para festejo quizás ni estarías aquí para poder hacerlo.

 

Solo quiero pedirles un favor si tal vez creen en ese Maestro (vamos a llamarlo así para sumar otras creencias) que llegó aquí para cambiar la vida de gran parte de la humanidad: el 24 a la noche, no brindes, no festejes, no te abraces con nadie. Recién ahí, seguiré respetando tu pensamiento, mientras tanto, otorganos tu silencio, como regalo de Navidad.

 

Me quiero despedir con una oración que el Padre Angel Rossi –quien conduce la organización Manos abiertas- leyó hace pocos días atrás en el programa de Fernando Bravo y es una oración que realizaron los Jesuitas por motivo de estos días.

 

Días de escepticismo

 

Dios mío hay días que uno olvida los grandes motivos, el entorno se vuelve desierto árido, monótono, hay días en que lo cambiarías todo por una caricia, días en que calla la voz interior. Cuando ni hacer el bien parece tener sentido, cuando el mundo resulta una causa perdida y el evangelio es un idioma incomprensible. Días en que no te sentís hermano, ni amigo, ni hijo. Días de escepticismo, días en que vencen los fantasmas interiores.  Pero no dejes que el desánimo gane terreno en vos, mira tu vida con desnudes benévola, respeta el desaliento, sin darle el cetro y la corona, rescatá la memoria de las grandes causas, de las presencias, de la ilusión y confía en lo profundo, que más allá de los fantasmas y los demonios, sigue estando Dios.

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