La naturaleza es sabia

Por Carlos Bodanza - Mañanas de Campo

(*) Es mediodía y el calor arrasa. Hay humedad en el ambiente y el viento quema, más allá de que el horizonte muestra nubarrones dispuestos a traer no siempre buenas noticias. La contradicción entre las ganas de lluvia, de cosechar y el temor a lo peor, enrarecen aún más el ambiente.

 

En el campo las magnitudes a veces no son tales, o al menos la sensación no lo es. Allá a lo lejos el horizonte si bien se hace chico, muestra un rayo cayendo de lleno en algún potrero y ese segundo llena la tarde de angustia. Lejos de “les pibes” que levantan la mano votando un proyecto de fuego de lo cual no tienen ni la más remota idea en cuánto a “de que se trata un incendio”, muestra una vez más la irracionalidad, la irresponsabilidad y el hambre de grieta eterna, que fogonean –vaya paradoja- aquellos que viven hablando de cerrar una grieta que cada día –imperiosamente- se agranda sin final.

 

La columna de humo se ve a lo lejos, no importa el cálculo, si son 20 o 30 kms de distancia a tu propio campo, pero la cadena de mensajes y llamados comienza rápidamente a expandirse como las propias llamas. Todos, absolutamente todos, saben que con la temperatura y el viento, no hay manera de pararlo y los kilómetros por muchos que parezcan, se devoran en un instante. Se acaba la teoría de los cortafuegos, se acaban las recomendaciones, cuando el único camino transitable, es cortar alambres para facilitar el paso de tractores, rastras y todo lo necesario, para combatir contra un monstruo que va creciendo a medida que avanza.

 

En ese instante nadie se acuerda de que “Máximo” jamás en la vida pisó un potrero, o que todos esos idiotas que alguien votó, dan cátedra de medio ambiente, hablando de los recursos a futuro, del suelo de nuestros hijos, de que el neoliberalismo y el medio ambiente no van de la mano y una sarta de incongruencias, que solo avivan otro fuego: el del odio a la militancia, el del desprecio a la ideología y el peor de todos, el sentimiento de saber que no hay nada peor que un ignorante con poderes, la peor pandemia humana.

 

Los incendios en nuestra región, ocurrieron siempre, son un fenómeno natural de control biológico de pastizales y de montes, es la forma que tiene la naturaleza, de regenerarse cada 4 o 5 años y nada que haga el hombre, podrá detener este proceso, que sufrieron estas pampas, sin hombres, con indios, con colonos, con paisanos y hoy con productores. La naturaleza, no sabe de proyectos, solo actúa.

 

Pero esos mismos ignorantes, son los que no promulgan una ley que obligue a todos los gobiernos, a desmalezar continuamente las banquinas, donde hoy en más del 50% de ellas, nadie puede detenerse sin provocar un fuego per se. Nadie promulga una ley, que obligue a mantener los caminos, para que en caso de que una autobomba deba avanzar, encuentre la agilidad, la rapidez y sobre todo, los accesos, esos que por años a veces van  quedando adentro de los campos y que por costumbre nadie volvió a abrir y quedarán cerrados para siempre.

 

De la misma manera, nadie promulga leyes, que obliguen a los gobiernos a tener bomberos que no sean voluntarios, bomberos pagados por nuestros impuestos, autobombas compradas por el estado, sueldos dignos para miles de tipos que viven de otra cosa y salen solo por vocación y servicio a hacer lo que el estado debería hacer. Sin embargo, vemos la cola de inútiles mantenidos por diputados y senadores, cientos de ciervos inservibles, guardaespaldas, custodios, autos caros y jubilaciones de privilegio, para que un “les pibes”, levante la mano y vote sin tener la menor “putísima idea” de lo que significa el fuego en el campo.

 

Pero la naturaleza es sabia y tras los rayos, a veces ocurre el milagro: la lluvia apaga lo que nadie podría. Llega la calma y la sensación de que somos simples hojas en el viento, de que en este juego, somos apenas un pequeño segmento y que estamos o no, en un abrir y cerrar de ojos. La naturaleza es sabia, por eso a la larga, “les pibes” hoy estarán y mañana no. Llevará años, pocos o muchos, pero es una simple cuestión de selección natural. Lo inútil, es como el rayo, termina autoeliminándose. 

 

(*) Dedicado al Diputado Leonardo Grosso, presidente de la Comisión de Recursos Naturales.

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