Una fórmula distinta

Por José Luis Ibaldi - Mañanas de Campos

Somos una mentira permanente. Lo sabemos, y, lo peor, igual la aceptamos, en la creencia que algo podría cambiar. Amparados en el Covid-19 y en la muerte de un ícono popular, los que responden al actual gobierno han encontrado un terreno fértil de distracción para intensificar sus prácticas deshonestas; cooptar aún más a las instituciones de la República, transformando a nuestro país en una republiqueta.

 

En nuestro país la política, más que un remedio es una enfermedad. En vez de acabar con la fuente de infección contribuye a que la septicemia se generalice. Esta patología se retroalimenta diariamente, porque -parece- somos una sociedad indiferente, sin anticuerpos, y, por lo tanto, somos la parte del león de la responsabilidad de las tragedias que vivimos. No podemos decir que los ciudadanos de a pie somos una caperucita extraviada engañada por un lobo feroz disfrazado de abuela. Las redes sociales nos muestran a diario las tropelías de los gobernantes y aún así se los sigue votando, a sabiendas de su non santo pedigree.

 

La parábola griega del lecho de Procusto sigue teniendo en nuestro país una espantosa actualidad. En la cabeza de nuestros gobernantes existe un molde imaginario de realidad social que no se corresponde con la verdad porfiada. A ellos no les importa. Viven estirando o cortando nuestros cuerpos para acomodarlos al lecho del esquema. Nos encienden, nos drogan con sus promesas e ideologías y nos mantienen en masa, como a una manada de animales que con cuatro caballos pueden conducir dócilmente hacia donde ellos desean. Deliberadamente nos impiden que nos transformemos en ciudadanía, que cada uno de nosotros sea dueño de su propio destino. Prácticamente lo están logrando, aunque algunos todavía no nos sentimos metidos en el brete y seguimos corcoveando.

 

La historia no es lineal y las épocas no se repiten, pero hubo un momento en nuestra historia, en que los que enfrentaron a un rosismo agotado fueron capaces de perfilarse, no sólo en contra de Juan Manuel de Rosas, sino a favor de otro rumbo diferente y superador. Desde hace más de 70 años que nuestro país prueba y vuelve a probar una receta agotada. Receta que, a la vista está, nos ha degradado a tal punto, que ha transformado a la mitad de su población en pobres y en rehenes de sus caprichos.

 

Sin lugar a duda, debemos sobreponernos a esta tragedia y participar activamente para que se ofrezca a la consideración pública una fórmula distinta, aunque no sea demasiado novedosa, pero que contenga las bases para rearmar una nueva República, alejada de corruptos, mafiosos y extorsionadores como los que hoy pululan en todas las instituciones de nuestra nación.

Escribir comentario

Comentarios: 0