El medio ambiente, comienza en casa

Por Carlos Bodanza - Mañanas de Campo

Quién dijo que el suelo es de todos? Si así fuera, porque existen las propiedades privadas? Porqué hay fronteras, en definitiva, porque hay países? El facilismo de muchas miradas, se aduce la propiedad de las cosas, mientras otros las trabajan. Así, la siembra de un cultivo, es un acto de propiedad, o acaso alguien está dispuesto a fabricar harina de trigo guacho? La siembra debe hacerse en lugar, tiempo y forma, con el hibrido apropiado, acompañando las cuestiones del clima, con los nutrientes necesarios para que el rinde sirva para salvar los costos, con el funguicida que permita que no se muera el cultivo a mitad de camino y como ya no se cosecha a mano, alguien deberá poner una cosechadora. Habrá un camión, un tren, un barco y las cosas tienen dueño, de principio a fin. Es fácil la ecología, cuando el bolsillo es ajeno.

 

La mirada ecologista extrema, solo tiene el fundamento de que la producción es un acto per se, como si criar un ternero, mantenerlo sano, curarlo en ocasiones (se enferman… sabían?) suministrarle las pasturas según edad y momento del año, suplementarlo y enviarlo a faena en el momento justo, no es algo que ocurre por si mismo. O acaso porque fracasan en Liniers los “gordos” terminados a pasto, porque el paladar Argento se acostumbró a que un buen bife, tiene que tener grasa blanca, cortarse como puchero y con un gusto que no tenga demasiado gusto a carne, si tiene mucho gusto a carne, créanme, la mayoría terminará en una queja al carnicero.

 

Y esa misma mirada, es la que pide a gritos cuando en las ciudades los mosquitos arrecian con la humanidad, “fumiguen por favor”, mientras que un pulverizador pasa con gas oil por la puerta de tu casa. Pero hacen bien, no contaminan. A esa misma mirada no se le mueve un pelo, cuando vemos aún basureros a cielo abierto, a la vera de cualquier ruta y peor aún, de cualquier campo, que tiene que sufrir como las ciudades “barren debajo de la alfombra su propia mugre”, pero como les queda lejos, no la ven, no les molesta, tampoco es demasiado problema.

 

Al campo se le pide buenas prácticas, se les exige recetas agronómicas, se les pide trasportes autorizados para llevar sus productos, sus jaulas de hacienda deben ser lavadas mil veces y toda una serie de exigencias, que en el medio de la ciudad, nadie cumple. O acaso quienes venden productos para piletas y quien compramos cloro, ácido muriático, precipitantes, etc, tenemos algún permiso para transitar? O el gomero de la esquina que termina tirando las cubiertas rotas por ahí tiene alguna norma Iram de medio ambiente? Y los talleres de pintura donde eliminan los sobrantes? Y los miles de colectivos en las ciudades? Y los interrogantes se multiplican, pero la mirada siempre está puesta en el campo. Es raro no?

 

Esa misma mirada, no sabe que el primer ecologista es un productor. Por eso aprendió a manejar malezas, agregó cultivos de cobertura para utilizar menos productos, cuida sus aplicaciones porque sabe que algo mal hecho, termina matando el próximo cultivo o porque cada una de sus siembras, es producción futura y pensar en el futuro de un campo, es hacer ecología, más allá de los matices y de las excepciones que las hay, pero nunca todas las que hay en una ciudad, donde nadie, controla nada.

 

El ganadero programa sus pastoreos, permite las rotaciones, aporta nutrientes a partir de sus propios animales, por eso hay cada vez más adeptos a los pastoreos sustentables, el consumo de los propios granos producidos, la regeneración de pasturas, el pastoreo por hora, rotativos, con mediciones, con el armado de lo que el día de mañana, irá al plato de esos mismos que tanto señalan con el dedo.

 

Cuidemos nuestro suelo, es el slogan de los conservacionistas. Pero cuidemos todo nuestro suelo, porque el que tiene edificios y asfalto encima, contaminan un millón de veces más, miles de hectáreas, millones de litros de agua que consumimos y destrozan el aire que respiramos.

 

Es hora de empezar a mirar con todas las miradas, no solamente con la que la estrecha ideología de unos pocos, pretenden señalar con el dedo, lo que ellos mismos comienzan destruyendo.

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