Líderes del juzgamiento

Por Carlos Bodanza - Mañanas de Campo

Encontrar un camino no suele ser sencillo para aquellos que necesitan ser guiados. El liderazgo es una cuestión innata, se la tiene o no, es un cócktail de convicciones, de objetivos certeros, de entender siempre –equivocado o no- cuál es la dirección a seguir.

 

Nuestra sociedad política hace mucho tiempo carece de esos líderes, o al menos los necesarios para salir de los lugares donde recurrentemente volvemos a caer. Tal vez sea bueno entender que un líder puede tener capacidades diferentes para cada uno de sus momentos, aquel que lidera en un ámbito puede no ser el ejemplo para otro, y no por ello es puesta en duda su capacidad.

 

Así vemos entonces a nuestros políticos repetir cuál autómata, “me debo a la causa, lo que importa son las ideas, debo acompañar al partido, etc, etc”. Patéticos, todos y cada uno de ellos, patéticos. Incapaces de liderar con sus propias ideas, pero aquellas que vayan por el bien común, no para agradar, para ganar votos o trepar inescrupulosamente. Eso no es liderar, eso es una asociación ilícita en búsqueda de poder y esa suele ser ni más ni menos, la búsqueda del supuesto liderazgo en el sistema político en su conjunto, pocos se salvan y no creo conocerlos.

 

Por eso estos días donde muchos se acuerdan del líder más importante que tuvo un deporte, como es Diego Armando Maradona, marca claramente cuál es la capacidad de liderar un equipo, un grupo y un partido. Un liderazgo que solo debe juzgarse, dentro de una cancha de juego, para el resto, nunca se postuló por lo cual, quienes pretenden allí ponerlo, ven solo el árbol y no el verdadero bosque.

 

Liderar no necesita autoritarismo, se puede ser tan sutil y tan poético que la propia decisión, arrastra. Algo que vivimos aquellos que alguna vez, conocimos a Ricardo Ochoa (*), un líder natural que jamás necesito un exabrupto, para que el resto entienda sus ideas. En su pasión por la agricultura y la siembra directa, el arrastre venía solo, no necesitó jamás postularse como líder, lo era y punto, algo similar que el 10 adentro de una cancha.

 

Líderes existen en todos lados, simplemente no los vemos porque camuflados en sus propias humildades, no necesitan autobombos, no es necesario comprar multitudes o hinchadas y degradarlas por un chori y una coca, porque si no los llevas en cien colectivos o no los adornás, no llenás una cabina telefónica. Eso no es liderar, eso es administrar rehenes.

 

Un líder es aquel que otorga libertades, que genera los medios, que hace que por debajo de el, todos crezcan, que inclusive, puedan superarlo, allí está el secreto del que no teme ser líder, ser capaz de entregar su liderazgo, en pos de que el resto avance. Un líder, no necesita hacer los goles, es aquel que pudiendo hacerlos, mete el pase justo para que otro convierta. La gloria es su estado, no necesita ir a buscarla.

 

En estos días donde todos juzgan, donde nadie se hace cargo de sus propias decisiones, de todos los errores diarios cometidos (el gobierno anterior, el actual, los ministros, los funcionarios públicos, los jueces todos acostumbrados a que la culpa la tiene el otro…), muchos de ellos deberían mirar aún con más asombro al mayor astro del fútbol que paso por nuestra era y que nació en estas tierras: como nadie el tipo, erró toda su vida, pero sin embargo, se hizo cargo siempre, no culpó jamás a otro y nadie dudaría por un segundo que si había que ir a una batalla detrás de una pelota, el 10 sería el primer capitán elegido por cualquiera sin pensarlo un instante. Eso es liderar, el resto –opinólogos incluidos- son payasos, supuestos líderes escondidos, detrás de todas sus caretas, sus miserias, sus dedos acostumbrados a acusar a otros, carentes de un propio espejo.

 

“Mil ejemplos da la vida, pa´l que los quiera tomar, no es fácil poder sacar tanta agua de un solo aljibe, pero siempre se consigue cubrir la necesidad”. Ojalá que alguna vez nos preguntemos, a cuántos lideres hemos juzgado y a cuántos supuestos lideres, dejamos en libertad cuando solo les cabría, una incómoda celda, rodeada de barrotes.

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