Con los boletos en la mano

Por José Luis Ibaldi - Mañanas de Campo

En serio te podrías ir de la Argentina? Quedó la pregunta rondando en el aire, mientras que todos mirábamos asombrados el momento. Por un instante me pasaron mil cosas por la cabeza, las cientos de razones por las cuales cada día sentimos injusticias, nos sentimos avasallados, pensamos en nuestros hijos, su futuro, nuestra historia, el camino, la familia. Fuerte no?

 

Vivir en la Argentina históricamente ha sido un compendio de dificultades, más allá la situación que cada uno le toque vivir, pero lo cierto es que cuando esas injusticias nos invaden hasta dejarnos sin alientos, algunos más u otros menos, la pregunta siempre está instalada. Mientras tanto de Uruguay llueven las propuestas, llegan los anuncios de descuentos impositivos, el presidente habla con coherencia y hasta el propio Bolsonaro desde Brasil, parece simpatizar aclarando que la única rivalidad que tiene para con nosotros es la futbolística prácticamente entristeciéndonos con nuestra situación actual.

 

Es para tanto? Nos preguntamos seguramente. Y bueno, cada uno tiene su umbral de tolerancia, mientras vemos como un descerebrado desde el sur, inventa el “impuesto al viento” algo prácticamente inédito y seguramente único en el mundo, muestra gráfica de hasta dónde puede el estado llegar a la hora de recaudar, con tal de no retroceder un centavo en sus cancerígenos gastos, los que soportamos vaya a saber por que con cristiana mansedumbre.

 

Hay que volvérselo a preguntar, es para tanto? Mientras un tal Máximo debate si es posible arremeter con un impuesto a la riqueza, en un país donde quien tiene éxito, tiene herencia, tiene plata, o lo que fuere que signifique facturar más que otro, decididamente está mal, por eso es necesario que se castigue, invitando prácticamente a todos aquellos que en definitiva son los que podrían generar trabajo o inversiones, a sacar el boleto más próximo que los lleve lo más lejos posible.

 

Mientras tanto la justicia lidia con los problemas de las propiedades, como si el estado ahora que piensa en otorgar tierras fiscales para que varios pseudohippies con ganas de plantar orégano, cultiven la tierra libre de insumos, pero sin tributar absolutamente nada, ellos supuestamente son libres del impuesto solamente por el pensamiento de producir de una manera diferente, como si el resto fueran delincuentes que deben tributar, por querer crecer, exportar y generar divisas.

 

Por eso, la idea siempre ronda, pero es difícil. Porque no estarán los amigos, no estarán los asados contínuos, porque no habrá encuentros familiares infinitos, porque viajar por el mundo, no se parece a viajar por la Argentina, donde todo en definitiva, siempre se termina convirtiendo en una aventura. No lo dudo, somos un país maravilloso, potencialmente capaz de las mayores riquezas del mundo, pero entorpecidos por la mayor – también- burocracia que reine este planeta.

 

Pero soy de acá, que puedo decir, como muchos otros que piensan igual. No es porque nací acá, no tengo problemas con las raíces, con el suelo o con algún tipo de arraigo que me ate. Me siento comprometido con el horizonte, me muero por un atardecer en las costas más imponentes de la tierra, me pierdo con los vinos que da nuestro suelo, me encanto con los trigos en una tarde, o con un rodeo recorrido en una avena húmeda por las mañanas. Soy de acá y no tengo más remedio que seguir soportando lo que hay que seguir soportando. Hasta que ya no lo soporte y allí tal vez, haya otros tantos o que digan basta, o que juntos, emprendamos otro camino.

 

En serio podrías irte? La pregunta suena cada vez más fuerte, tanto como las ideas absurdas de los que día a día, pretenden que nos vayamos.

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