La Torre de Babel

Poe José Luis Ibaldi - Mañanas de Campo

Miro a través del celular los ojos pícaros y la sacada de lengua de Renata y siento como una caricia las dulces palabra de Joaquín al decir: “Te amo abuelo”. También me sacude los pedidos de Isabel de encontrarnos para jugar y la necesidad de que le muestre vía videoconferencia los lugares donde están los juguetes guardados en mi casa y los tiernos mensajes y videos de Luisana y Bruno, que desde Luján de Cuyo, en Mendoza, me llegan vía Whatsapp.

 

La pandemia no nos permite el placer de reencuentro familiar y mucho menos que el departamento de los abuelos se transforme en esa Torre de Babel con pedidos de atención, peleas de primos, comidas, juguetes desparramados en lugares inimaginables, sillones que han perdido su compostura, y el control remoto en manos traviesas que buscan Pepa Pig u otra serie de dibujos animados.

 

Extraño ese hermoso caos que producen cinco nietos inquietos, hoy ausente por la pandemia. Sin embargo, estoy lejos de extrañar el caos que se produce en nuestra Argentina cuando desde el mismo Gobierno se alienta a río   revuelto, provocando un verdadero desorden en todas las instituciones y en la base de acuerdos preestablecidos en la Constitución Nacional, con aviesas intenciones.

 

La ideología y el método mafioso son máscaras que ocultan las verdaderas intenciones de un conjunto de forajidos que vienen por todo. Estamos a la deriva. Carecemos de liderazgos inteligentes y proactivos, salvo para hacer maldad en su propio beneficio y borrando del mapa todo vestigio de dineros mal habidos, de actos de corrupción y embarrando causas donde hasta la muerte de un fiscal de la Nación está en una especie de limbo, sin que haya avances consistentes en su esclarecimiento. Somos huérfanos de personas que sean capaces de conceder por el beneficio colectivo y que no duden lo mejor de sí para el bien de todos.

 

Lo peor de todo es que para lograr esta efectividad de venir por todo se ha logrado gracias a idiotas útiles, que cooptados ideológicamente y con promesas que difícilmente les vayan a cumplir una vez que tengan el control de las instituciones. El Poder Ejecutivo está en manos de una marioneta que se mueve a instancias de su titiritera; el Poder Legislativo, día a día, se va transformando en un circo de proporciones inimaginables y lejos ha quedado en el tiempo la “honorabilidad” de sus miembros; y el Poder Judicial tiene poco de justicia, cuando previamente ya sabemos que la balanza está “tocada”, se mira por encima de la venda y la espada sólo golpeará a oligarcas, contreras, y todo lo que tenga tufillo a oposición o no esté alineado al pensamiento de una política desquiciada.

 

La propiedad privada, tan defendida y protegida por la Constitución Nacional, está sufriendo violaciones reiteradas con la connivencia de políticos, jueces y funcionarios públicos. Y, cuando la Justicia se vuelve Injusticia, logra que la paz penda de un hilo de coser, sobre todo cuando alguien siente que sus derechos son vulnerados por otros semejantes que son arrastrados y azuzados por delincuentes de guante blanco. Recuerdo a los señores jueces un dicho que puede hacerse realidad: “Los náufragos no tienen buenos modales”. Alguien está esperando un muerto y eso puede ser la mecha para encender una hoguera mucho mayor. Insisto, se juega con fuego en las inmediaciones de un polvorín, y la Justicia debería ser jardinera y no bombera. En la Ley de Leyes está la clave y no en la ideología barata de un grupo de mafiosos que hoy operan en el poder.

 

Ayer, leí un reportaje al filósofo y escritor español Fernando Savater, que dice que “el problema no es el político demagogo o ignorante, sino la gente que lo elige”. Entonces, si queremos voltear a este caos y a este “vamos por todo”, hay que seguir trabajando en la educación del ignorante, abriendo los ojos de los que dudan, movilizándonos, participando más en política, oponiéndole datos reales a la ideología. Las elecciones de medio tiempo se realizarán el próximo año y hay que posicionar en el Congreso a los mejores dirigentes. No va a ser fácil, pero nada es imposible. Si bajamos los brazos estamos fritos.

 

No sé ustedes, amigos, pero después de haber experimentado el caos de los años ’70 y el actual, añoro el que se producía en el seno de mi hogar antes de la pandemia: esa Torre de Babel de nietos inquietos y llenos de vida, porque cuando se iban, los “abus”, volvíamos a ordenar, pero felices, porque ellos son la extensión de nuestras vidas y a esos “locos bajitos” se les perdona todo…

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