En el mismo lugar de siempre

Por Carlos Bodanza - Mañanas de Campo

Por qué yo? Es la pregunta que me hago muchas veces cuando me señalan con el dedo, indicándome que “tengo la responsabilidad de ser un comunicador”. En serio? Es realmente así la cuestión? Pareciera que quienes nos ponemos detrás de un micrófono, con vuelo propio, con espacio propio y con ideas propias, debemos ser responsables de comunicar lo que otros quieren que comuniquemos, peor aún, que no comuniquemos lo que no quisieran escuchar.

 

Por un momento lo pienso y me digo a mi mismo: si Brancatelli supuestamente es un comunicador, si el gobernador que dice “haigan” es un comunicador, si el mismísimo funcionario Juan Grabois es un comunicador –un compilado de arrogancia, soberbia, poca educación y primitivismo ideológico extremo -, realmente me tiene sin cuidado lo que yo pueda opinar, ya que de ninguna manera podré estar a la altura de las circunstancias de personas poco calificables, a la hora del respeto, las buenas normas y sobre todas las cosas, el buen uso del idioma castellano, algo que debería dejar fuera de funciones por incapacidad, a más de un animal –con el respeto que estos me caben- con un micrófono en la mano.

 

En esa supuesta responsabilidad, somos los comunicadores los que debemos trabajar por una grieta que no hay manera de cerrar, es gigantesca, cada día se agranda en cada situación, en cada política de estado, en cada silencio, en cada intervención pública de funcionarios que no pueden ni quieren estar a la altura de los tiempos que corren, siempre y cuando consideremos que supuestamente, navegamos en tiempos democráticos, de un mundo globalizado, en crecimiento y con leyes y cuestiones jurídicas, que cualquier país que se precie de intentar clasificar a un primer mundo, debería respetar a rajatablas. Sino vayan viendo el listado innumerable de empresas extranjeras, que huyen despavoridamente no por cuestiones económicas, sino por la simple razón, de entender que no existe un marco jurídico factible, en la Argentina que hoy transitamos.

 

Por eso querría preguntar cómo hacemos para acercar alguna posición, sin rayar lo insólito, sin tirar los títulos de abogacía a la basura, sin despojar el “doy fe” a un escribano cualquiera de nuestro territorio, que muchas veces pelea contra viento y marea, para cerrar una simple escritura normal y sana, con el ansiado título de propietario, que cualquier bien nacido sueña tener. Cómo hacemos con quienes diciendo pertenecer a un grupo de nativos buscan cien años después, ocupar territorios por ocupar, sin que nadie les impida hacer a su antojo, lo que por derecho ninguna ley ha avalado, hacerse de tierras, quemar viviendas, usurpar terrenos e ignorar cualquier tipo de legislación que existe en nuestro país. Cortan rutas, se ponen pasamontañas, tiran piedras. Quién manda en esta republiqueta? Cómo hacemos para achicar una grieta que es solo ideológica y que no tiene una milésima de raciocinio? Cómo hacemos para que un conflicto hereditario entre una familia no se convierta en una parafernalia revanchista, repleta de ideas plagadas del peor de los males, la total ignorancia de querer producir con un rastrillo y una pala, para que supuestamente coma un país entero? Muchachos, despierten por un segundo, año 2020, el Che y los picapiedras, se murieron hace años.

 

Lo dije una y mil veces, acercar partes, achicar grietas, debatir diferencias, tiene un único límite: la decencia, la honradez, la justicia, los buenos modos y sobre todas las cosas, la coherencia. Ese límite, yo no estoy dispuesto a cruzarlo un solo centímetro, desde ahí para este lado, podemos discutir lo que sea, pero con delincuentes, con ocupas, con tomadores, con Pedro, Pablo, Vilma y los picapiedras y con quienes escupen sobre la constitución y sus leyes, no hay manera de achicar nada.

 

Por eso en este final quiero volver al comienzo: no me señalen más con el dedo, no hace falta. Se muy bien lo que digo, se muy bien lo que pienso y no tengo ningún problema en gritarlo fuerte, en abrir mil grietas, porque se muy bien en que lugar no estuve, no estoy ni estaré jamás. Tal vez sea más cómodo, buscar el mensaje en el otro, para no querer reconocer lo patético del propio. Por eso, se te los digo sin reparos: si este es tú país, hacéte cargo, y mantenelo, si es que pueden entre ustedes, pero no cuenten conmigo. Por eso, si entienen alguna vez que con este país no vas a ningún lado, me vas a encontrar en el mismo lugar de siempre: del lado donde se labura, sin quitarle, sin regalarle y muchísimo menos, sin afanarle nada nadie.  

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