Un 12 de Octubre diferente

Por José Luis Ibaldi - Mañanas de Campo

Después de 82 años, mañana será un 12 de octubre diferente en Saavedra. La pandemia del Coronavirus no dejará realizar la tradicional peregrinación hacia la Ermita, donde está entronizada la Virgen de Nuestra Señora de Luján de la Sierra, aunque la fe es mucho más poderosa y nuestras oraciones se transformarán en una procesión virtual –ya “no con los pies sino con el corazón”- hacia el querido santuario regional, pidiendo y ofreciendo promesas por muchas cosas, pero, sobre todo, por la salud de los argentinos y por las almas que este virus nos arrebató.

 

Los saavedrenses no desconocemos el poder de la oración. En 1938, en la primera peregrinación a la Ermita, se le pidió lluvia a la Virgen. Ese día llovió, tras un largo período de sequía. Desde entonces, buena parte de los habitantes toda la gran región del sudoeste bonaerense e incluso de La Pampa, todos los 12 de octubre peregrina y confluye en este Santuario ubicado en un cerro, donde la Virgen, como guardiana y centinela celestial, abarca con su misericordia a todos quienes alguna vez caminamos esos 7 kilómetros que unen a mi querido pueblo y ese accidente geográfico en medio de campos donde crece el trigo y avanzan mansamente por el valle las aguas del arroyo Cochenleufú Chico.

 

Ese pequeño cerro de unos 400 metros sobre el nivel del mar fue ofrecido en donación a la diócesis de Bahía Blanca por la familia Casella, en 1937, luego de que en marzo de 1935 Monseñor Leandro Astelarra tuviera la idea de levantar en un lugar adecuado un sitio de oración y de peregrinación a la Virgen de Luján, ya que el Santuario original estaba ubicado muy lejos de nuestra región.

 

Y fue allí donde se levantó la Ermita de Saavedra y hacia allí comenzaron a peregrinar miles y miles de fieles cada 12 de octubre. Muchas agrupaciones gauchas, con sus vistosos aperos, transitan el camino desde distintas localidades; otros feligreses llegan en ómnibus; otros a pie recorren el camino pedregoso hasta el pie del cerro; y otros, en auto. Muy temprano comienzan las misas y luego, la procesión que circunda el cerro.

 

Lo más colorido era cuando llegar a la cúspide del cerro donde se levanta la Ermita no estaba facilitado -como ahora- por una imponente escalinata. Era más agreste el paisaje y el repechaje hasta el lugar donde está entronizada la Virgen.

 

Una Comisión -conformada fieles locales- se encarga del mantenimiento de las instalaciones y de que nada falta ese día. Tienen una Santería abierta, lugares específicos para la venta de bebidas y comidas. Pero lo más auténtico es el picnic que en los alrededores de la base del cerro van armando muchas familias y jóvenes concurrentes.

 

Todo es una fiesta en torno a la Virgen. Todo es oración. Todo son pedidos para ella y que notamos son escuchados, por la innumerable cantidad de recuerdos, plaquetas, medallitas, que quedan al pie del pequeño altar. La Virgen todo lo ve, y, como una verdadera Madre, todo lo escucha pacientemente y perdona.

 

Y hacia allá íbamos los tres hermanos varones Ibaldi -mi hermana llegó muchos años después-, cuando éramos unos purretes. Era el día en que mi mamá agradecía a la Virgen tener un merecido día de descanso. Ella era devota y rezaba desde el hogar junto a la bisabuela, pero los pequeños diablitos y, los amigos del barrio, muy temprano partíamos caminando hasta la Ermita para lavar nuestros minúsculos pecados (la caza de un pajarito, haber sacado el plomo de recubrían los clavos del techo del vecino para fabricar balines para la honda, haber dicho malas palabras, contestar inapropiadamente a nuestra mamá o fumar a escondidas aquel cigarrillo sin filtro que nos dejó más dolor de garganta que placer).

 

Miro en retrospectiva, me acuerdo de ese colorido y maravilloso encuentro de la feligresía de la región circundante a Saavedra, y me quiero quedar con ese recuerdo vívido, para no pensar que mañana, posiblemente, nuestra Ermita estará sumida en el silencio, sólo cortado por el viento. Sólo me reconforta saber que Nuestra Señora de Luján de la Sierra sentirá la compañía de nuestras oraciones virtuales y nos seguirá bendiciendo, reconfortando y perdonando nuestros pecados.

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