Cuando chacareros y ferroviarios se emanciparon

Por José Luis Ibaldi - Mañanas de Campo

Mientras en el país continúan las cantinelas del avance sobre la Justicia -siempre lo hubo-, de las mañas y aires de Cleopatra de cierta señora -cuyo historial bien vendría para un guion de una película de mafiosos-, de las maldades que realiza un microscópico bicho, y de tantas otras cosas que ocurren en nuestro país, no me siento con humor como para seguir machacando sobre temas que los argentinos conocemos de sobra y que en muchos casos sabemos que hay que hacer pero no lo hacemos.

 

De allí que hoy me detenga en la década de 1930, época de malaria económica y financiera tras el crack mundial de 1929 y que produjo la Gran Depresión. Cerremos los ojos, retrocedamos en el tiempo, para apearnos del vagón de pasajeros tirado por una máquina a vapor, en el pueblo de Darregueira de aquel entonces.

 

En la plaza principal, alambrada en todo su perímetro, los árboles se erigen como simbólicos centinelas del incipiente poblado. Las calles, sin asfalto, son la pista perfecta para la danza que ejecuta la tierra ayudada por el viento.

 

Por la noche, el alumbrado es posible gracias a la corriente continua generada por la usina de la Compañía Sudamericana de Servicios Públicos, conocida por sus siglas “SUDAM”. Y las comunicaciones, con teléfonos en manos de unos selectos habitantes, son brindadas por la Unión Telefónica.

 

La actividad económica es movilizada, en buena medida por el ferrocarril. Es que Darregueira, por su inmejorable ubicación estratégica -empalme de cuatro líneas ferroviarias, combinación directa a Buenos Aires y unión de los ramales Altavista, Catriló, Bahía Blanca y Huinca Renancó- produce una importante atracción de inversores. Asimismo, por la creciente dotación de personal ferroviario, la masa salarial ingresada mensualmente comienza a dar mayor vida al comercio.

 

En el campo, la crisis económica mundial de 1929 sumerge a los trabajadores de las pequeñas chacras -arrendadas en su mayoría por inmigrantes europeos- en la desesperación. Muchas familias de alemanes del Volga ya habían emigrado hacia las colonias de Castelli y La Florida, ubicadas en el Chaco, en busca de mejores posibilidades de trabajo y de tenencia de la tierra.

 

Algunos denominaron a la década de 1930 como “Década Infame”. Otros, unidos por claros ideales, rescatan lo que subyace a toda crisis: la oportunidad de moldear una célula social donde pudieron protegerse y crecer, ahondarse y trasladarse al futuro.

 

Es en este momento temporal clave cuando las familias de campo y las de la ciudad se dieron la mano. De lo poco construyeron “su” propia Cooperativa para poder llevar a la mesa los comestibles esenciales, entre ellos, el pan. La llamaron “La Emancipación” cuando en aquel 28 de mayo de 1931 se firmó el acta constitutiva, incluyendo a chacareros y ferroviarios, organizados por don José Ochoa, con fuertes lazos entre unos y otros, por ser viajante y promotor de ventas de maquinaria agrícola y artículos rurales.

 

A los siete años de la fundación, “La Emancipación” inaugura una panadería nueva y su clave del éxito fue bajar 10 centavos el precio de la galleta. En diciembre de 1938 el valor de la bolsa de harina es de 6 pesos y el kilo de galleta se vende a 30 centavos en las panaderías del pueblo. Nueve meses después, la materia prima continúa al mismo precio, pero “La Emancipación” despacha el kilo de galleta a 20 centavos. La buena administración de los recursos, sumado al compromiso con la comunidad, hace que ese valor de la galleta se mantenga aun cuando el precio de la bolsa de harina trepa a 9 pesos entre 1943 y 1944.

 

Abramos los ojos. Entremos a la realidad. “La Emancipación” sigue en pie, y si el propio José Ochoa se asomara desde el cielo, vería que ese apretón de manos entre pequeños chacareros y obreros ferroviarios fue fundamental para el desarrollo de una gran empresa cooperativa que día a día sigue sellando su compromiso con la gente: asumir el desafío de convertirse en una herramienta apta y así merecer el porvenir.

 

Historias de anónimos protagonistas que han y siguen haciendo grande a este Sudoeste bonaerense…

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Comentarios: 2
  • #1

    Josè S. Martìn (domingo, 23 agosto 2020 09:07)

    Excelente tu artìculo. Josè Luis : un abrazo

  • #2

    Maria del Carmen (domingo, 23 agosto 2020 13:54)

    Muy buena historia...un ejemplo de trabajo y solidaridad...