Involución, de eso se trata

Por José Luis Ibaldi - Mañanas de Campo

Dice el profesor israelí Yuval Harari que “a lo largo de estos veinte mil años, la humanidad ha pasado de cazar mamuts con lanzas de punta de piedra a explorar el sistema solar con naves espaciales, no gracias a la evolución de manos más diestras o de un cerebro mayor. En cambio, el factor crucial en nuestra conquista del mundo fue nuestra capacidad de conectar entre sí a muchos seres humanos”.

 

Y profundiza más: “Hoy en día, los humanos dominan completamente el planeta, no porque el individuo humano sea mucho más inteligente y tenga los dedos más ágiles que un chimpancé o un lobo, sino porque Homo sapiens es la única especie en la Tierra capaz de cooperar de manera flexible en gran número. Es evidente que la inteligencia y la elaboración de útiles fueron asimismo muy importantes. Pero si los humanos no hubieran aprendido a cooperar de manera flexible en gran número, nuestro astuto cerebro y nuestras manos hábiles todavía estarían fisionando pedernales en lugar de átomos de uranio”.

 

Cuando escribió este claro argumento de la evolución, creo que el profesor Harari no pensó en algunas sociedades como la nuestra, donde sus habitantes y representantes políticos adolecen de la capacidad de cooperar de manera flexible, haciendo posible el avasallamiento y desmoronamiento de las instituciones que forjan a la República, y haciendo día a día más evidente nuestra decadencia.

 

Nadie se hace cargo de lo que pasa. Todos los días -como en el juego de la Oca- avanzamos algún casillero, pero siempre existe alguien en el Gobierno o en las Cámaras legislativas o en algún Juzgado Federal o Provincial, o la misma sociedad con su falta de apego a las leyes, que echa por tierra todo lo logrado, y retrocedemos diez casilleros. Cada cual opera desde su conveniencia y ya nadie busca consenso, alianzas, diálogo, para un fin último mejor.

 

Hasta los políticos corruptos y ladrones se dan el lujo de denunciar a las redes sociales porque se los trata como tal en ellas. Eso sucede cuando la Justicia engaña levantando la venda de sus ojos, y su balanza acusa desequilibrio y su espada oxidada ya no corta; cuando los acusados dilatan o embarran la cancha dando más sospechas sobre sus acciones. Entonces, Doña Rosa, indignada, comienza a hacer vocear a los cuatro vientos por las redes sociales a su alcance el recelo, la desconfianza y, a la vez, la certeza que tiene de que en vez de hacer lo que tienen que hacer, roban y matan a la vez. Sólo recordemos la tragedia de Once, a modo de ejemplo.

 

Al ritmo con que retrocedemos en el tablero, creo que tenemos que darnos cuenta los argentinos de que somos “ignorantes” -como nos trató alguna vez Jacinto Benavente-; no tan inteligentes y capaces como nos creemos; y si no cambiamos esa actitud por la que gran parte de la humanidad ha evolucionado, es decir aprendiendo a cooperar de manera flexible, en tiempo más o en tiempo menos el futuro nos encontrará fisionando pedernales como en la era neolítica. Involución, de eso se trata…

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