Relaciones

Por Carlos Bodanza - Mañanas de Campo

Vísperas del día del amigo y la carta imaginaria yace sobre mi escritorio. La letra es clara y sus líneas marcan la tranquilidad con que la tinta fue sometida, no hay rencores ni reproches solo pasión y entrega. Una “esquela” posible, porque no? En tiempos donde la vida y la muerte juegan a las escondidas, donde para muchos, enfermarse parece una novedad, es algo que tal vez jamás se plantearon, es el desnudo al que se ha sometido gran parte de una humanidad ciega y sorda, autómata de mil días sin comprender la finitud de los momentos.

 

“Querido amigo, aquí estoy, en esta ocasión fue “Branca” quien vino acompañarme en estos momentos, donde otros tantos han pasado por mi copa. Te echo de menos, como negarlo, si tus días y los míos prácticamente se han ido de las manos, sometidos tontamente a las órdenes de estos mediocres sin sapienza, nos han aislado, nos han alejado, nos han puesto en un lugar al que muchos venimos días tras día, a este bar llamado soledad, que en las noches suelo concurrir en silencio.

 

Los mensajes llegan, pero son pocos los que aún insisten en algo personalizado, en algo dirigido, que no pase por los cientos de mensajes en cadena, de chistes, de zornas, de videos, de memes y otras yerbas. A veces los pasamos sin mirarlos, hartos tal vez de que nada parece refrescarnos de la importancia de las relaciones, esas que quizás en alguna historia de un video, nos conmueva, nos llame por un instante a la reflexión, pero que rápidamente volará cuando al otro día, todo se parezca al anterior.

 

Qué nos pasa? Que hemos perdido? El contacto, ese abrazo que por repetido nunca dejó de ser sentido, ese estrechón de manos, ese cruzar de palmas o ese beso en la mejilla –por qué no- con los más allegados, los más queridos. Y ahí andamos, a los codazos y con barbijos, como si ahora descubriéramos la verdad del universo, cuando todo siempre estuvo claro, como lo está ahora, aunque se hayan esforzado tanto en disfrazarlo y los días, hora tras hora, vayan despejando la neblina que nos han impuesto.

 

Tal vez querido amigo he sido muy franco, jamás me he guardado nada a la hora de decirte, a veces en el extremo y se que te ha molestado, mis formas, mis modos, mi constante actitud de desafiarlo todo, de gritar bien fuerte en el silencio, de girarte la cara con las manos cuando has querido mirar para otro lado. Soy esto, ni mejor ni peor, ni capaz ni un inútil, pero he intentado mil veces, ofrecer lo que tengo para poder responder cuando nadie justamente te acompañó. Se que estuve ahí, cuando pocos estuvieron, viajé para escucharte, dejé mil cosas, pero nada me importó, porque mi fogón siempre crujió a la hora de acobijar con brasas, con carne y con un vino, tus alegrías, tus penas y tus sueños.

 

Tal vez el orbituario de Jhon Cusack en la película “Señales de amor”, tenga que ver en esa pregunta que se hacían los griegos al hablar de un muerto: “fue apasionado”? La respuesta es parte de la razón de lo que he intentado toda la vida al ofrecerte mi amistad”.  

 

Por eso mañana, cuando recuerdes a tus amigos, no dejes que la razón, el intelecto o el temor gane en tu interior, simplemente se vos mismo. Allí, está el mayor secreto de todas las relaciones.

Escribir comentario

Comentarios: 0