Un robot de Tornquist, en lo más alto de Sudamérica

El pequeño Gardelito se quedó con un torneo internacional, del que participaron competidores de todo el continente. Lo construyó el profesor de robótica y electrónica Aníbal Mazzarini.

Se llama Gardelito y es de Tornquist. Tiene dos ruedas, ocupa una superficie de 10 por 10 centímetros y no alcanza a los 500 gramos de peso; eso sí, puede mover poco más de 1,6 kilos por sí mismo. Eso le alcanzó para ser el campeón en un torneo internacional realizado en Perú y del que tomaron parte robots de todo el continente.

 

Los aplausos, por supuesto, se los llevó su creador y piloto, Aníbal Mazzarini, un profesor de robótica y entusiasta de la tecnología. El campeonato, organizado por Let's Go Robots y la Federación Peruana de Robótica, se llevó a cabo en forma virtual, a través de videos que debían enviar los competidores a la organización.

 

Gardelito se quedó con el primer puesto en la categoría autónomo amateur de la disciplina MiniSumo, en la que normalmente se enfrentan dos robots que intentan empujar al otro fuera de un círculo negro (delimitado por una línea blanca) que se denomina dojo o tatami, según el país. Cada una de estas categorías se diferencia en el motor, los componentes y sensores con que cuenta cada uno.

Como esta competencia era virtual, los competidores debían enviar un video de cada prueba y los árbitros puntuaban el desempeño del robot, teniendo en cuenta su agilidad, velocidad y fuerza. Por ejemplo, en esta última se debía colocar un elemento -con peso a elección- para que el robot lo moviera 5 centímetros. 

 

“En total, se trataba de tres competencias -contó Mazzarini a “La Nueva.”-. Nos enviaban el reglamento cada día, debíamos filmar la competencia y enviarla a la organización; después, el jurado nos iba dando puntos por lo que veían que hacía el robot en el video”.

 

Teniendo en cuenta cómo está armado Gardelito, la modalidad virtual le vino como anillo al dedo para participar.

“No tiene una rigidez estructural para enfrentarse frente a frente a otro robot, por lo que el tema de la virtualidad me permitió inscribirlo en la competencia, ya que no existía riesgo de que lo dañen”, dijo Mazzarini.

 

Así y todo, se quedó con cada una de las pruebas y se coronó campeón del torneo en su categoría.

 

“Estaba muy nervioso porque, más allá de que sea virtual, uno no sabe qué está haciendo el rival en su casa. Por ejemplo, en la última competencia yo desconocía cuántos kilos iban a mover los demás competidores. En cambio, cuando es presencial, se ve qué hace el rival y se responde en función de eso, trazando distintas estrategias”, contó.

El robot fue construido en octubre del año pasado, no con el objetivo de competir sino más bien pedagógico, para enseñarle a sus estudiantes. Incluso, en la Escuela Técnica habían organizado un campeonato de carreras de robots seguidores de línea.

 

"Cuando les hablás de robótica, los chicos se olvidan del celular: se enganchan un montón”, contaba Mazzarini.

 

Una liga sudamericana

 

Mazzarini también explicó que en la actualidad no existe un ente a nivel sudamericano que reúna a todas las entidades, razón por la cual cada país organiza su propio torneo internacional.

“Si hubieses una unión de estas ligas, conformando una asociación, seguramente todos los años habría una competencia internacional. Por ejemplo, en nuestro país se hizo en noviembre pasado en Bahía Blanca y para este año se planificaba otra en Hurlingham, también sobre esa fecha”, dijo.

Esta modalidad virtual, parece, llegó para quedarse.

 

“A los organizadores les conviene; además, nos permite competir en cualquier parte del mundo. Lo malo es no poder ver al rival, porque te podés llevar una muy buena o muy mala sorpresa”, contó Mazzarini. (La Nueva)

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